Marcelo Figueras
Otro de los libros que leí durante el viaje (ah, qué sería de mis lecturas si no fuese por los viajes y la privacidad del baño…) fue The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, de Junot Díaz, ganadora del último premio Pulitzer. Me sedujo desde la primera página: cualquier relato que empiece con un acápite tomado no de los clásicos ni de ninguna otra lectura pretenciosa, sino de una historieta -en este caso se trata de Fantastic Four, de Stan Lee y Jack Kirby- me gana desde el hola, como dice Renee Zellweger en Jerry Maguire.
La historia del tan gordo como solitario Oscar, que sueña con ser ‘el J. R. R. Tolkien dominicano’ y se gana su apodo cuando un ataque de dandismo le vale una comparación -no muy bien intencionada, por cierto- con Oscar Wilde, rezuma ternura. Por otra parte, las excursiones del narrador en el pasado, armando la historia de la familia de Oscar en la República Dominicana del dictador Trujillo, le otorgan al relato una dimensión de tragedia al gusto del animismo latinoamericano: nosotros no contaremos con las fuerzas sobrehumanas que animan las tragedias griegas ni con el karma, pero tenemos mil y una invenciones para explicar nuestra desventura -y en Dominicana, según Díaz, a la más popular la llaman fukú.
Fukú, asegura el narrador, es lo que fulmina a la familia de Oscar desde que desafía -no por valor ni por principios, sino casi sin querer- al demoníaco Trujillo. Y fukú sería lo que determina que la vida de Oscar sea tan breve como el título anuncia. Yo me atrevería a pensar que en realidad lo que acorrala a Oscar es un mal común a casi todos nuestros países, cada uno con sus peculiaridades: el peso casi irremontable de los errores de nuestros mayores -la mezcla de su estupidez, de su cobardía, del egoísmo que hizo de nuestras sociedades lo que hoy son- y la necesidad de contrarrestar esa herencia por la vía del heroísmo, en un mundo que ya no tiene lugar para héroes a la usanza clásica.
Pobre Oscar. Rica novela.