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Novelas I

Por 1 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Javier Fernández de Castro

Vicente Blasco Ibáñez

Biblioteca Castro
 
Prosiguiendo con su discreta pero tenaz labor de mantener viva la mejor tradición novelesca española, Biblioteca Castro publica  ahora  el primero de los cinco tomos que acogerán la obra novelística de Vicente Blasco Ibáñez.

/upload/fotos/blogs_entradas/vicenteblasco_med.jpgArroz y tartana, Flor de mayo, La barraca y Entre naranjos son las cuatro novelas que integran este primer volumen, y no hay más que ver los títulos para entender que pertenecen al llamado ciclo valenciano, esto es, el de sus inicios.  A los críticos y los especialistas les entretiene señalar las tendencias naturalistas o los restos románticos ( que en su época eran respectivamente el futuro y el pasado del novelar) detectables en estas obras de formación. Y bien está. Pero al lector actual lo que de verdad le interesará es saber si Blasco Ibáñez es un autor que se puede (debe) leer o si se trata de una antigualla ilegible tipo Jacinto Benavente o José Echecharay, al hablar de los cuales te viene inevitablemente a los dedos un "don" que denota con toda claridad el venerable muro de cartón piedra que los cubre como un sudario.

Pero en el caso de Blasco Ibáñez la respuesta es un sí rotundo. Se le puede/debe leer porque, en primer lugar, es un escritor diáfano, vigoroso e imaginativo , que no sólo toma partido por sus personajes sino que los defiende ardorosamente hasta el final, incluidos los malos, siendo este uno de los rasgos que mejor definen a un gran escritor. Y en segundo lugar se puede/debe leer a Blasco Ibáñez porque, según vaya avanzando en su evolución personal, su escritura  irá poniendo progresivamente de manifiesto una conciencia moral perfectamente contemporánea y que bien pudiera servir de modelo ahora que ya no hay figuras señeras y capaces de marcar el rumbo a seguir. Al leer su biografía de inmediato empiezan a surgir términos  como "rebelde", "temerario", "generoso", "enamorado de las mujeres", "antimonárquico furibundo", etc. Un tipo capaz de batirse en un duelo a pistola con un oficial de artillería por defender un ideal. O sea, un loco encantador. La clase de compinche que todo joven debería tener a su lado para emprender con éxito la travesía de la vida.

Para no empantanarme ahora en la enumeración de las virtudes que distinguen a cada una de las cuatro obras que integran esta primera entrega, tomo por ejemplo La barraca, una novela de estructura compleja y con varias corrientes narrativas que de inmediato traspasan los límites del naturalismo  contemporáneo para irrumpir, de un lado, en la vertiente más mística y ancestral de la relación con la tierra, y de otro en la crítica social más dura y comprometida. En ella vale, además, lo que antes decía acerca del cuidado de los personajes o la precisión y belleza de la prosa.

Y sin embargo fue escrita en unas condiciones personales extremas, pues allá por 1895, y en respuesta a sus apasionados artículos contra las guerras coloniales,  Blasco Ibáñez estaba teniendo unos problemas con la autoridad militar que le costaron una serie de multas, juicios, destierros y estancias en la prisión. Claro que tampoco es de extrañar porque, por ejemplo, uno de los artículos contra la guerra de Cuba que le costó dar con sus huesos en la cárcel se titulaba Que vayan todos: pobres y ricos.

Según cuenta él mismo, escribió La Barraca durante las madrugadas, una vez que daba por finalizada la edición de un periódico de su propiedad llamado El Pueblo y en el que ejercía de director, redactor, corrector, tipógrafo e impresor. Allí fue publicando los diez capítulos de esa novela que luego sería ofrecida al público en forma de libro del que se editaron 700 copias y se vendieron 500, cerrándose la operación con unas ganancias netas de 79 pesetas.

Años más tarde, y tras el éxito fulminante de la edición en francés, el libro llegaría a superar el millón de copias, de las que 100.000 se vendieron en España. Pero ni siquiera cuando ya era un autor mundialmente consagrado dejó de luchar contra los opresores.  La llegada al poder de Primo de Rivera le sorprendió cómodamente instalado en el sur de Francia y a punto de formalizar su pecaminosa relación extramatrimonial con Elena Ortúzar. Tanto en Argentina como en Estados Unidos sus visitas se saldaban con éxitos clamorosos, y Hollywood le había distinguido dedicando a la adaptación cinematográfica de sus novelas a estrellas de la talla de Rouben Mamoulian y Vicente Minnelli, así como a Rodolfo Valentino, Tyrone Power o Rita Hayword. Incluso el gobierno español estaba apoyando activamente su candidatura al premio Nobel.  Momento que Blaco Ibáñez eligió para escribir un artículo  titulado Una nación secuestrada que le costó perder otra vez sus honores y su respetabilidad y el Nobel. Y el ayuntamiento de Valencia incluso le retiraría el nombre de la plaza que le había dedicado. Genio y figura.

Pero, con independencia de que personalmente fuera esto o aquello, lo importante es que se trataba de un escritor inmenso y que su prosa se mantiene tan fresca como pueda mantenerse la de Zola para los franceses. Y conste que la comparación no es casual ni gratuita.

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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