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Imaginación o violencia

Por 10 de octubre de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Cristo, qué manera de empezar la semana. El domingo leo en el dominical de El País un artículo sobre Mordejai Vanunu, a quien llaman el Nelson Mandela israelí. Vanunu estuvo preso dieciocho años (once de los cuales pasó en régimen de aislamiento) por haberle revelado al mundo que, contrariamente a lo que sostenía de manera oficial, Israel estaba produciendo bombas atómicas a lo loco. En 1986 Vanunu visitaba Roma, donde fue secuestrado, drogado y subido a un carguero que lo regresó a Israel. (Esto de los agentes israelíes cagándose en las soberanías nacionales, en este caso italiana, es algo que ya contaba la película Munich.) El pobre Vanunu estuvo preso hasta 2004, cuando fue liberado sin que se le concediera permiso para salir del país; también tiene prohibida la comunicación telefónica o personal con extranjeros. (Más información sobre su historia aquí). Hoy se estima que Israel cuenta con 400 bombas atómicas de una potencia de 50 megatones, lo que equivale a casi 4.000 de las bombas arrojadas sobre Hiroshima. Si algún desperfecto o error humano produjese su explosión, Israel se convertiría en un agujero en el suelo que llegaría muy cerca del centro de la Tierra. Pero como tienen la intención de hacer el agujero en otra parte (en partes, para ser precisos, que serían del agrado de los Estados Unidos, que por algo evita presionar a Israel para que firme el Tratado de No Proliferación con el que presiona a tantas otras naciones), no se preocupan en lo más mínimo. Duermen tranquilos porque se sienten fuertes.

El lunes amanezco con la noticia de la prueba nuclear en Corea del Norte. Esta noche el que no dormirá tranquilo seré yo.

Estamos en manos de los peores, eso es indiscutible. Se trata de seres caprichosos y egoístas, que evidentemente no oyeron suficientes fábulas cuando eran pequeños de verdad y que hoy acumulan un poder con el que podrían destruir el planeta no una, sino varias veces. No hay duda de que debemos enfrentarlos. Por fortuna no contamos con arma letal alguna, lo que nos impide entrar en la lógica perversa de lo que ellos llaman disuasión cuando no es más que la dialéctica del matón del barrio: si me tirás un misil, te encajo una atómica y te borro de la faz de la Tierra, a vos y a todos los tuyos. Cuando alguien inventa, produce y fabrica un arma mortífera está haciendo algo más además de disuadir: está tentando a otros a comprar la fórmula y los planos, a emularlo en la producción, a superarlo en el perfeccionamiento del arma. Los argumentos que sustentan este accionar son infantiles en el único sentido malo, el de no alcanzar a considerar las consecuencias del acto en cuestión. (Los niños están excusados porque no están en condiciones de analizar la situación completa; los grandes, en cambio…) Para el resto de los mortales, está claro que la proliferación nuclear es un camino sin retorno. La condición humana lo ha demostrado con creces, nada nos aproxima más a la violencia que el saber que tenemos un arma al alcance de la mano. Por eso mismo un desastre nuclear, aunque sea circunscripto a una zona en particular, es sólo cuestión de tiempo.

A uno le gustaría vivir sin adversarios, pero los adversarios existen. Son los que prefieren romperlo todo antes que compartir una parte, los que prefieren hundir el barco a ceder el mando. Enfrentarnos a ellos es un imperativo. Nuestro único recurso es la imaginación. Imaginación para crear nuevas formas políticas, nuevas formas de protesta, nuevas formas de control republicano. Imaginación para sortear la trampa de las fronteras artificiales. Imaginación para unir, cuando los poderosos apuestan a dividir. Imaginación para crear obras hermosas, que inspiren a la gente a vivir vidas hermosas. Imaginación para vivir a pleno cada día, en la conciencia de que algún día habremos de morir. (Una conciencia que los poderosos, encerrados en su paranoia y su frenesí priápico, parecen no tener). Imaginación para producir alegría, una alegría que necesitamos como el agua para romper el estado de terror permanente al que quieren reducirnos.

Imaginación o violencia. That is the question.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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