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I (Don’t) Wanna Be Sedated

Por 12 de julio de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Supongo que a todos nos pasa, y más a menudo de lo que querríamos: cada tanto surgen fenómenos populares –en la música, pero también en la TV, y en el cine, y en la literatura- que en lugar de producirnos indiferencia, nos crispan los nervios. En estos días me crispa los nervios Ricardo Arjona. No sé cómo poner esto de manera delicada: escucho un verso de las canciones de Arjona y me dan ganas de arrancarme los pelos. Para colmo el muchacho está por llegar a Buenos Aires y ya ha vendido infinidad de shows, lo cual implica que en los próximos tiempos su música me agredirá con frecuencia cada vez mayor hasta que su ida, y por ende el bendito silencio, me permitan recuperar la forma humana. La música es la más intrusiva de las expresiones artísticas, porque nos ataca aunque no queramos en la TV, en la radio, en los taxis, en la calle, en los ascensores… Nos pone en la misma situación del pobre protagonista de La naranja mecánica, cuando le abrían los ojos a la fuerza y le obligaban a ver imágenes que no quería ver: el suplicio es inescapable.

Tenía la intención de buscar las letras de Arjona para poder citarlas en extenso y así sustentar mi juicio, pero no he logrado reunir el coraje; pido perdón, pues, por mi falta de rigor. Diré entonces, prejuiciosamente, que detesto su uso demagógico del lenguaje, ese intento de convencer a su público (al que no cuesta nada imaginar femenino, y de mediana edad) de que lo entiende e interpreta. Esas “historias” tan bochornosas a las que es afecto no me suenan a artista en busca de emoción genuina, sino a vendedor a domicilio (¿o debería decir gigoló, más bien?) tratando de fichar una cliente nueva. Para peor el hombre tiene ese timbre de voz tan engolado y carente de matices, y sus canciones suenan todas iguales. A fin de cuentas, creo que hasta el protagonista de La naranja mecánica la pasaba mejor que yo: ¡él tenía la suerte de que lo forzaran a oír la música de Beethoven!

Todos aquellos que están hartos de ver gente con El código Da Vinci bajo el brazo sabrán comprenderme. Y los que están hartos de los reality-shows y de la telebasura. Y de las películas animadas hechas a las apuradas, en el intento de robarse algo de la magia de Pixar. Y de la manía de convertir toda canción popular en un reggae o en una bossa nova. En cualquier momento a alguien se le va a ocurrir versionar a Los Ramones de esta manera. I Wanna Be Sedated no sería un mal título para una bossa.

Pueden colaborar con la lista, añadiendo sus propias fobias. Este espacio será catártico, o no será.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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