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Ficciones en simultáneo

Por 23 de agosto de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Pocos días atrás, comentando mi texto sobre la bondad de las series televisivas, Serpiente Suya hablaba de un fenómeno novedoso: el de la simultaneidad de los relatos. El desarrollo tecnológico, aunado con el éxito de las empresas trasnacionales, hace que millones de seres humanos veamos y leamos los mismos relatos prácticamente al mismo tiempo. “A veces pienso cómo será la generación mundial de niños que han sido lectores del primer Harry Potter”, decía Serpiente Suya. “Nunca ha habido tantos niños leyendo a la vez en el mundo el mismo libro… igual que nunca ha habido tanta gente viendo las mismas series, es decir compartiendo las mismas historias, las mismas ficciones, las mismas mitologías”.

Para uno, que además de público y lector de ficciones también las crea, este panorama genera entusiasmo: ¿quién no fantasea con que uno de sus libros o de sus películas dé la vuelta al mundo? (Aunque en esta región del planeta estamos un poco fregados, por el simple hecho de hablar en español. Si nos expresásemos en inglés tendríamos más posibilidades. Hemos sido tan tontos, dejando que nos fragmentasen y aislasen entre nosotros, que hasta el hecho de que nuestros libros y películas recorran la totalidad de Hispanoamérica suena a quimera. Les juro, ¡más de una vez coqueteé con la idea de hacer la gran Conrad y empezar a escribir en inglés!). 

Aun así, la idea de gozar en simultáneo de las ficciones que nos gustan resulta positiva; le sugiere a uno la idea de comunidad, saber que el simple hecho de haber disfrutado de, por ejemplo, la serie Lost (dicho sea de paso, ayer vi el capítulo final de la segunda temporada: ¡cómo pueden dejarnos en semejantes ascuas hasta el 2007!). facilitaría que nos entendiésemos con un japonés y con un ruso aunque más no fuese por señas; el relato común nos convertiría en familiares, porque pasaría a ocupar el sitial del lenguaje común. Este hecho me lleva a soñar con algo todavía más ambicioso: me pregunto si la difusión de determinadas obras –algunas ya existentes, otras nuevas- no ayudaría a la popularización de valores que han caído en baja o bien nunca han ocupado el lugar que les correspondería en el mundo de hoy: por ejemplo la solidaridad, o la preservación del planeta que todavía tenemos debajo de los pies.

Digo esto, porque a diferencia de Serpiente Suya creo que en este mundo los relatos más difundidos no son los de Harry Potter ni los de las series que tanto nos gustan, sino los que conciernen al orden político mundial, inseparable de la política del miedo. El relato que compartimos en simultáneo latinoamericanos, asiáticos y africanos es el de la supremacía de los Estados Unidos –que no por nada son la principal fábrica de ficciones del orbe, gracias a Hollywood, la TV y el mecanismo difusor de best-sellers. Todos estamos convencidos de que las cosas son así, no en vano nos machachan a diario con la idea de que cualquier modificación del statu quo sería desastrosa porque nos arrojaría en manos de la barbarie fundamentalista. (Como si los que manejan el poder hoy en E.E. U.U. no fuesen fundamentalistas a su vez.) Por eso toleramos el estado de cosas como natural, y lidiamos con nuestras obras artísticas como expresiones minoritarias y por ende marginales, y el hecho de saber más de Cruise que de Bardem y de Grisham que de Saramago nos parece neutro, una cosa más, cuando debería llenarnos de vergüenza.

Por fortuna el Relato Único está mostrando sus rajaduras. Aquí, allá y en todas partes (lo cual incluye a Estados Unidos, por supuesto), la gente percibe que lo que se cuenta no es verdad y que lo que se defiende no es lo que se arguye, porque no se protege la democracia con métodos fascistas, ni se impone la libertad mediante la violencia. En todo caso el cuento que hoy compartimos es uno más viejo, el de las ropas nuevas del emperador, a quien todos percibimos desnudo. Mientras tanto confío en que también compartamos la sensación de que es preciso generar nuevos relatos, historias que nos emocionen en simultáneo, y que nos convenzan de que el otro es en principio alguien a quien tengo la obligación de conocer, y no alguien a quien reprimir, sojuzgar o eliminar tan sólo porque lo intuyo distinto o lo imagino como competidor. Si yo fuese político trabajaría directamente sobre el tema. Como soy tan sólo un escritor, mi única esperanza es la de crear ficciones tan poderosas que persuadan a mucha, mucha gente de que no hay instinto más humano que el de la solidaridad, porque compartimos un planeta que es una nave sin repuestos y en esa nave nos salvamos todos o no se salva nadie.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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