
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
José Luis Díaz comentó el post de ayer, relativizando el optimismo que a Andrés Neuman y a mí nos inspira el hecho de los chicos de hoy escriban más que nunca, habilitados por la tecnología. José Luis dice que “la inmensa mayoría de lo que se escribe es irrelevante” y que “el 99% de lo que se escribe es nada”. Después dice que parte de la búsqueda warholiana de los 15 minutos de fama pasa por tener un blog y “opinar a lo pavote”.
En términos generales coincido con él. De un modo u otro nos consta a todos que no existe hoy un sucedáneo de la identidad más difundido que la fama. También está claro que opinar no necesariamente significa pensar, y que la mayor parte de las opiniones que se vierten en todas partes –en la TV, en la radio, en internet- no buscan tanto echar luz sobre un asunto equis como producir reafirmación personal –una variante contemporánea del dictum cartesiano: Opino, luego existo.
En lo que quizás diferimos es en la manera de interpretar los datos. A mí no me preocupa que se escriban muchas cosas irrelevantes. Siempre ha sido así. Si hubiese que determinar una ratio entre lo que se escribe y la parte de lo escrito que merece perdurar, seguramente no andaríamos lejos de la proporción que José Luis sugirió (1/99) o de la figura del iceberg. El hecho es que, cuanto más se escriba, más posibilidades hay de que se creen textos maravillosos. El 1% del monte Fuji supone mucho más que el 1% de un guijarro. Y en este mundo que ha perdido el norte de manera tan evidente, nos vendría bien que ese 1% sea lo más enorme posible.
Por lo demás, todos empezamos escribiendo pavadas. Hasta los genios lo han hecho sin avergonzarse. Lo deseable es que las nuevas generaciones le tomen el gusto a la palabra; que entiendan hasta qué punto pueden jugar con ellas, y usarlas para expresarse y conectar con otros de manera más profunda –y hasta para reinventarse a sí mismos como los personajes shakespirianos, que cobran mayor y mejor noción de sí mismos a medida que se oyen hablar.
Querido José Luis, gracias por ayudar a pensar.