Marcelo Figueras
Yo formo parte de ese selecto y algo desquiciado grupo de gente que no sólo se compra los DVDs, sino que hurga a conciencia en los materiales extra. Me compré The English Patient dos veces, la primera para tenerla y la segunda porque era una edición que traía mejores bonus materials, incluyendo una entrevista con el escritor Michael Ondaatje. (El DVD que compré primero lo regalé después, para no sentirme tan freak.) Claro, muchas veces me llevo decepciones. La mayor parte de los DVDs que incluyen extras se limitan a algunas escenas descartadas –que en regla general han sido descartadas con buen criterio- y a un making of convencional. La semana pasada, por ejemplo, me compré The Green Mile y después de rever el film me llevé una decepción: más allá del placer de poder ver y oír a Stephen King en persona, sentí que el making of podía haberlo escrito yo sin molestarme siquiera en ir al rodaje. Imágenes olvidables, opiniones predecibles. La película se merecía algo mejor.
Aun así yo insisto, me gusta comprarme las ediciones especiales: cuantos más discos tengan, más me atraen. Hay algo de placer fetichista en la manipulación de esas cajitas de lujo, que siempre prefiero antes que las ediciones simples aunque perjudiquen mi bolsillo. El problema se me presenta cuando los estudios deciden abusar de los tontos como yo, y lanzan primero una edición normal y poco después otra con variaciones irresistibles. El señor de los anillos será una trilogía, pero yo tengo seis DVDs: los tres que lanzaron las versiones vistas en cine, y los tres que incluían las versiones extendidas. A mitad de camino comprendí el truco y me prometí que no compraría la versión estrenada en cine, me había propuesto esperar y comprar directamente la versión extendida. No hice otra cosa que engañarme a mí mismo. Terminé comprándome todo. De hecho, la iMac con la que escribo a diario está flanqueada por los Argonath, esas estatuas que en el libro y la película son gigantescas y se alzan en las márgenes del río. (Las mías son pequeñas, obviamente, y venían como obsequio con la compra de una de las versiones extendidas. A riesgo de ponerme en ridículo, confieso que a la derecha de mi escritorio tengo además réplicas en tamaño natural de Sting, la espada de Frodo, y de Andúril, la espada reforjada por Aragorn. El único motivo por el que no me compré el arco de Legolas fue porque se negaron a enviármelo por correo.)
Pero lo de ahora es el colmo. New Line Home Entertainment ha decidido abusar otra vez de nosotros los fanáticos y editar una nueva versión de los films de Peter Jackson, con seis horas de material documental inédito. Al principio Jackson dio su permiso para que un compatriota neozelandés, Costa Botes, filmase todo el backstage con la mira puesta en un único documental. En los catorce meses de fotografía principal Botes registró 800 horas de material. Pero a mitad de camino la gente del estudio comprendió que estaba sentada sobre una mina de oro y envió a gente experimentada en producir suplementos para DVDs. Michael Pellerin y Jeff Kurtti llevaron su equipo al set y también revisaron lo que Botes había hecho, usando algunas de sus imágenes para los making of que salieron en las primeras ediciones. Pero el grueso del documental de Botes siguió inédito. Hasta ahora, en que será lanzado junto con una reedición de los tres films –la versión de cine en una cara del disco, la extendida en la otra- porque por cuestiones contractuales New Line no puede editar el documental solo.
¿Valdrá la pena? Uno presume que tan sólo para los muy, muy fanáticos. (Yo me ubico en la categoría de los que lo son tan sólo con un muy. Mi amigo Nico, por ejemplo, llegó al extremo de hacerse tatuajes en élfico. El es uno de los muy muy.) Pero no niego que algunas cosas de las que cuentan resultan tentadoras. La sola idea de ver a Ian McKellen ataviado con una peluca llena de flores y anunciando con la solemnidad de Gandalf que lo que ha comenzado no es “la Era del Rey”, sino “la era de la Reina” (queen se le dice en inglés a los gays más histriónicos) me hace reír de sólo imaginármela.
Pero no voy a comprarme esta nueva versión, lo juro. Eso creo, al menos. En todo caso, después les cuento.