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Como siempre, conspirando

Por 8 de enero de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

En estos días iniciales del año uno hace lo imposible por no alentar ningún pensamiento que sea menos burbujeante que una copa de champagne, pero la realidad se las arregla para encarajinarnos el brindis. El homicidio de Saddam Hussein, por ejemplo, me inspiró vergüenza de pertenecer al género humano. No puedo evitar sentir el más profundo rechazo por la pena de muerte. La sola idea de una persona perdiendo la vida a mano de otras sin poder resistirse, hace que sienta piedad por esa víctima, más allá del calibre de sus propios crímenes. Yo no quiero a los genocidas Videla y Massera asesinados, los quiero juzgados y condenados por sus obras a una pena máxima que nunca debe ser mayor ni más cruel que la cadena perpetua. Se trata de hacer justicia con aquellos que han cometido faltas inexcusables, pero sin perder el alma en el proceso -ni convertirnos en el camino en aquello que rechazamos.

En las últimas horas de 2006 los argentinos nos vimos conmovidos por la desaparición de un hombre del que hasta entonces nada sabíamos, pero que en un abrir y cerrar de ojos pasó a ser el destinatario de todos nuestros rezos: el albañil Luis Gerez, que ya había declarado en juicios contra represores y se disponía a hacerlo nuevamente en el futuro inmediato, fue secuestrado por un grupo de hombres en el barrio de Escobar que fue siempre su patria chica. Su desaparición se volvía aún más escandalosa en la huella de su triste antecesor, Jorge Julio López, otro testigo de juicios contra represores de cuyo paradero sigue sin haber noticias. (A esta altura, creo que nadie sino los inconscientes y los optimistas irredentos conserva la esperanza de hallarlo con vida.)

En esta ocasión el Gobierno -tanto el nacional como el de la provincia de Buenos Aires, cuna de Escobar- se movió con premura, y en plena conciencia de la seriedad del asunto. El presidente Kirchner se comunicó con los ciudadanos por cadena nacional, un recurso que casi nunca había usado hasta ahora, para transmitir un mensaje con el que todos los argentinos de buena fe coincidimos: dijo que no existe Nación sin justicia, y que todo intento de obstaculizar esta justicia iba a encontrar la más cerril oposición no sólo del Gobierno formal, sino también de todos nosotros, los hombres y mujeres de a pie. Con la mayor de las claridades, Kirchner dijo lo que queríamos oír: que no existe el más mínimo margen para ningún tipo de amnistía para aquellos que han cometidos crímenes de lesa humanidad.

Gerez apareció a las pocas horas, golpeado, torturado y en estado de shock. Pero el feliz desenlace de este episodio no disipó las nubes que configuran nuestro cielo cotidiano. A casi diez días de su resurgimiento, seguimos sin saber nada sobre los responsables del hecho, lo cual refriega en nuestras narices algo que no por conocido deja de oler mal: el hecho de que estamos en manos de fuerzas policiales y servicios de inteligencia que cobijan a alguna gente de la que deberíamos protegernos, y que a su vez, por deliberación o por inoperancia, terminan encubriendo a aquellos que atentan contra el imperio de la ley. Y esto sin hablar de los militares y ex militares. En su artículo de ayer en Página 12, Horacio Verbitsky resaltaba el hecho de que los únicos juzgados y condenados en los últimos tiempos por crímenes durante la dictadura son hombres de la Policía, pero nunca militares. "Es difícil -sostiene- creer que ello ocurra por casualidad".

El otro hedor del caso Gerez se desprende de la utilización política del hecho. Todas las sospechas apuntan a Luis Patti, otro ex policía sobre el que pesan media docena de causas por secuestro, homicidio y apremios ilegales. (Gerez fue uno de sus torturados, y ya declaró en su contra en una causa.) Pero más allá de la responsabilidad presunta de Patti, la forma en que este asunto se está utilizando para impedir que el ex represor pierda todo su poder político en el partido de Escobar resulta casi tan asqueante como el caso policial, y reveladora del indigno estado de la política republicana. El país todo, pero en especial la provincia de Buenos Aires -que concentra el 40% del padrón electoral-, se maneja con prácticas políticas dignas de la Chicago de Al Capone, y el gobierno no termina de encontrar la forma de acabar con esta cultura, por el contrario, parece resignado a considerar la consagración de los menos malos como un triunfo soberano. Qué quieren que les diga, a mí la política del posibilismo me sigue revolviendo las tripas. Yo soy de los que sigue pensando que hay que pedir lo imposible, y ofrecer los brazos para colaborar con la construcción.

El mundo 2007 arrancó como la digna prolongación del mundo 2006. Pero yo sigo conspirando para que el tren cambie de vías, y me consta que estoy muy lejos de ser el único.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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