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Al maestro con cariño

Por 28 de abril de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Nadie sabe por qué la cabeza y el corazón funcionan como funcionan. A esta altura de la semana, resulta evidente que el tema de la paternidad y de los maestros me está rondando como una obsesión: empecé con Tomás Eloy Martínez, seguí con la vida concebida como obra, me metí con Wenders… Anoche, cuando vi por TV que el Senado argentino había homenajeado a Roberto Fontanarrosa con una mención de honor, comprendí en simultáneo que quería hablar del querido Negro y que su irrupción cuadraba perfectamente con mi obsesión. Sigo sin entender los porqués de la recurrencia, pero no puedo más que rendirme a sus voces.

Siento la más profunda de las admiraciones por Roberto Fontanarrosa. Sigo su obra como humorista gráfico desde hace décadas: yo creo que el Negro es un genio cómico, y lo digo convencido de no exagerar. Si hubiese nacido en los Estados Unidos, su popularidad sería tan grande como la obtenida por el Schulz de Peanuts o el Bill Watterson de Calvin & Hobbes. Pero Fontanarrosa es argentino, o para ser más preciso, rosarino. Gracias a Dios, porque si no lo fuese nuestra vida sudaca sería infinitamente más pobre. ¿Qué clase de vida sería una vida sin Inodoro Pereyra?

La primer tira de Inodoro apareció en la revista cordobesa Hortensia. En aquel entonces el gaucho Inodoro era bastante más apuesto: tenía un cierto aire de figura romántica que dista del físico enclenque que hoy luce, y su nariz era casi inexistente –una nariz que ahora es su rasgo más saliente, por así decir. (Imagino que debido a la conexión con Les Luthiers, otros genios con quienes supo colaborar, se me ocurre que el Inodoro inicial se parecía a Daniel Rabinovich con vincha y peluca.) Pero ya en ese arranque tenía clara su vocación. Tal como ocurre en Martín Fierro, nuestra épica gauchesca por antonomasia, Inodoro se enfrenta a unos soldados y recibe a último momento la ayuda de un uniformado que se cambia de bando, inspirado por su coraje. Después de vencer a la partida, el soldado lo invita a huir rumbo a las tolderías (como también ocurre en Martín Fierro), dando pie a esta respuesta de Inodoro: “¿Sabe lo que pasa? Que esto ya me parece que lo leí en otra parte y yo quiero ser original”.

Desde entonces Inodoro y Fontanarrosa fueron fieles a ese deseo. El Negro dijo durante el homenaje del Senado que su única intención es la de hacer reír, pero cuando yo leo Inodoro, Boogie el Aceitoso o cualquiera de sus chistes publicados por Clarín (admito no conocer la obra literaria de Fontanarrosa, porque me encanta saber que me queda tanto Fontanarrosa por descubrir), me río, sí, pero me ocurre algo más: la inspiración que un lector sólo siente en presencia del verdadero talento creador. Ahora que sé que está enfermo, deseo con toda mi alma que la vida sea gentil con aquel que derramó tanta luz entre nosotros (me tienta pensar que debe sentirse “mal pero acostumbráu”, como suele decir Inodoro), para pedirle que nos depare Fontanarrosa para rato.

Cuando decidí que iba a escribir este texto busqué en mi biblioteca la compilación Veinte años con Inodoro Pereyra, y descubrí –no lo recordaba- que mi ejemplar estaba autografiado por el Negro. Escueto como los grandes de verdad, sólo puso Para Marcelo, fontanarrosa (Marcelo con mayúscula, su apellido con minúscula) y después el broche de oro: un dibujito de Mendieta, el perro que acompaña a Inodoro en las malas y en las malas. (Porque las buenas no llegan nunca.)   

Ese libro es un tesoro para mí.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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