Marcelo Figueras
Finalmente se cayó el proyecto de que HBO llevase Preacher a la TV. Es una pena, porque la historieta de Garth Ennis y Steve Dillon es demasiado compleja para ser reducida a una película. La TV es un medio más apropiado para Preacher, no sólo por consideraciones estrictamente narrativas -la extensión original del relato, su naturaleza episódica- sino también porque en los últimos tiempos ha demostrado ser un medio infinitamente más osado que el cine producido en Hollywood. Después de las dificultades que enfrentó Kevin Smith con su película Dogma, y todavía en el contexto hiperreligioso del que George W. Bush se sirvió y al que contribuyó a alimentar, ¿se imaginan un relato ultraviolento sobre un hombre poseido por un ser celestial que persigue a Dios para increparlo por haberle dado la espalda a la humanidad?
Publicada entre 1995 y 2000, y finalmente editada en el formato de nueve novelas gráficas, Preacher cuenta la historia de Jesse Custer, pastor de un pequeño pueblo del sur americano que un día es ‘visitado’ por un ente celestial llamado Génesis, hijo de la relación entre un arcángel y un demonio. Esa posesión convierte a Custer en un ser todopoderoso, que al tiempo que lucha para evitar ser manipulado por organizaciones religiosas y políticas persigue a Dios para enjuiciarlo por su defección. Víctima de la enseñanza reaccionaria que solía ser habitual en el Sur profundo, que además se cobró la vida de sus padres, Custer emprende esta cruzada justiciera acompañado por socios tan impresentables como él. Su novia Tulip, chica de armas tomar. Su amigo Cassidy, un vampiro irlandés devoto del punk y del hardcore. (Personaje inolvidable, dicho sea de paso.) Y como si esto fuera poco, el fantasma de John Wayne, que ilumina a Custer en las horas más oscuras…
Preacher es un western contemporáneo, y una historia de amor, y un relato profundo e iconoclasta sobre la naturaleza de esta existencia -todo a la vez. HBO parecía un envase cantado para un producto de esta naturaleza. Pero para ser sinceros, desde que The Sopranos terminó y The Wire dio las hurras, HBO ha perdido el cetro como creador de las series más adultas y controversiales a manos de Showtime. El hecho de que terminase de matar el proyecto alegando que era ‘demasiado oscuro y violento y controversial’ cuando esa es precisamente la gracia de Preacher, revela que ha perdido el norte por completo. Si Alan Ball, creador de Six Feet Under, fracasa allí con su nueva serie True Blood, los directores de la emisora deberían empezar a pensar en cambiar de trabajo.