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Un nuevo americanismo

Por 7 de noviembre de 2008 Sin comentarios

Lluís Bassets

Un nuevo americanismo empezará a cuajar en el mundo como consecuencia de la elección de Barack Husein Obama como 44 presidente de Estados Unidos. Si el americanismo surgido de la Guerra Fría tendía a identificarse con las derechas, esta nueva corriente de simpatía que se está levantando hacia Estados Unidos de América estará más amarrado a lo que se suele entender como izquierdas. Esta elección ha demostrado que este gran país americano y a la vez superpotencia se ha convertido en una sociedad multirracial y tolerante, en la que se ha cerrado de forma sobrada y explícita un largo capítulo de su historia, contradictorio con los ideales de su Declaración de Independencia, cuando las trece colonias se separaron de la Corona británica en nombre de la igualdad entre todos los seres humanos y del derecho a la felicidad. ¿Hace falta alguna prueba más de que este país ha superado la discriminación y el racismo? Hasta 1964 Estados Unidos permitía que los estados sudistas practicaran la segregación racial en sus escuelas, transportes públicos y en las relaciones sociales. Muchos son los dirigentes de los movimientos por los derechos civiles que lo sufrieron personalmente y contemplan ahora estupefactos e incrédulos el salto tremendo que ha efectuado su país, reinventado de nuevo y reconciliado con sus valores fundacionales.

Pero todo esto, en el fondo, no es nuevo. Se acabó hace tiempo. Si un candidato afro americano puede llegar a la Casa Blanca es porque la cuestión racial ha quedado ya superada como elemento de polarización social y política. No ha habido el llamado efecto Bradley, el político negro que perdió la elección por el voto oculto racista después de que todas las encuestas le dieran vencedor. Si Obama es el presidente electo es porque Estados Unidos era antes de esta elección una sociedad pos racial y razonablemente integradora. No es una batalla que haya ganado Obama con su candidatura y su victoria, al contrario, éstas son hijas de un cambio que ya se había producido.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_hermana_del_activista_por_los_derechos_civiles_martin_luther_king_se_emociona_al_escuchar_la_noticia_de_la_victoria_de_barack_obama_med.jpgEl cambio de Obama significa romper con las políticas de Bush, no lo el hecho de que un negro llegue a la Casa Blanca. Pero aún así, no es posible desnudar de significado este hecho. Los propios afro americanos son conscientes de ellos. Nunca había visto negros tan felices como esos días. Ni tan emocionados, entusiasmados, llorosos. Obama dice que no quiere ser un emblema ni un símbolo, sino un gobernante: acaban de conocerse sus primeros movimientos, todos muy bien jugados como corresponde a un político calculador y frío. Pero también es y será todavía más un símbolo. Su rostro está destinado a eclipsar la vieja iconografía izquierdista y revolucionaria hasta convertirse en el emblema de una herida histórica que ha quedado felizmente cerrada.

Cabe imaginar la reacción popular en los países de Asia, Africa y América donde se ha conocido también la discriminación racial, el apartheid colonial y la estigmatización de sus inmigrantes. Una poderosa arma en poder de los enemigos de Washington ha quedado inutilizada. Cada año Pekín da conocer un informe sobre derechos humanos en Estados Unidos, que es la respuesta simétrica al informe del Departamento de Estado sobre China. Pues bien, su argumento sobre el racismo americano perderá toda vigencia, inutilizado con la llegada de Obama a la Casa Blanca.

Lo mejor para neutralizar todos los antiamericanismos, aunque sean impostados como en el caso chino, es que el cumplimiento de la promesa de la independencia se extienda también a la promesa fundacional en lo que se refiere a los derechos humanos. Y esto está ahora en las manos de la amplia mayoría demócrata en el Congreso y sobre todo en las manos de Obama. Si Estados Unidos corta por lo sano con las políticas lamentables de la actual Casa Blanca, en las que se ha perdido el alma y los valores en nombre de la eficacia contra el terrorismo, las bases para que el americanismo vaya prendiendo en el mundo serán suficientemente sólidas.

Perderán también fuerza, por falta de coartadas, los argumentos de sus enemigos, esos virtuosos de las simetrías, que convalidan a regímenes dictatoriales y genocidas gracias a los excesos y a los profundísimos errores de Bush. El equipo de Obama está preparando ya un gran viaje a varios países africanos, que puede adelantarse incluso al tradicional viaje a Europa que realiza el presidente recién elegido. Habrá que estar atentos a cómo las poblaciones africanas encajarán las reconvenciones a favor de la democracia y de los derechos humanos cuando salgan de la boca de un personaje con autoridad moral como Obama.

El antiamericanismo actual tiene su origen en la Guerra Fría. Dentro de Estados Unidos buscaba argumentos en la segregación y en la discriminación racial y en el exterior en la prepotencia y en los excesos de sus políticas imperiales. Ahora no hay Guerra Fría, no hay motivos para denunciar discriminación alguna con los afroamericanos y el nuevo presidente se propone liderar el mundo de forma más multilateralista y dialogante. La recepción que ha tenido la elección de Obama demuestra, además, que hay ganas de amistad con los norteamericanos, en todo el mundo.

El único gobernante que demostrado una hosca antipatía ha sido el presidente ruso, Dimitry Medvedev, que ha querido marcar el territorio al nuevo presidente el mismo día de la elección. El acto de intimidación que significa la amenaza de armar misiles en Kaliningrado va dirigido a debilitar al presidente electo de entrada, para que se vaya enterando de cómo las gasta Rusia. A todo el mundo interesa repudiar esta actitud porque a todos nos conviene que Barack Obama triunfe y tenga autoridad, entre otras razones para que pueda tener una actitud de gran exigencia en derechos humanos, libertades y democracia en todo el planeta.

Pero para llegar a esto antes Obama debe tomar un nutrido paquete de decisiones como desmantelar Guantánamo, prohibir la tortura y los secuestros, y someter todas las actuaciones extraordinarias por motivo del terrorismo a la acción normal del Congreso y de los tribunales. Y después, ya puede arremangase y empezar a pegar broncas a tantos dictadores amigos de Estados Unidos a los que nadie les había hasta cantado hasta ahora las cuarenta o se había hecho sin autoridad alguna.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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