Lluís Bassets
Una nube de ceniza sobre la atmósfera europea, un escape gigantesco de petróleo en el golfo de México y la crisis financiera que destruye ahorros y puestos de trabajo a lo largo y ancho del Viejo Continente. Son los tres pinchazos que deshinchan ahora mismo el globo y averían su acomodación a los nuevos tiempos, la globalización. Cada uno perturba su propio mercado global y la mercancía que circula por sus arterias: el primero, el tráfico aéreo sobre los cielos europeos; el segundo, el flujo energético; y el último el fiduciario, y principalmente la moneda de más reciente invención y éxito que es el euro.
Poco se puede hacer respecto al primer pinchazo, si no es regresar momentáneamente al desplazamiento limitado y lento, a los viejos y románticos trenes de cuando Europa estaba de verdad compuesta por naciones. Tampoco saben qué hacer los técnicos del petróleo con el segundo pinchazo, que sigue vomitando su líquido sucio y letal en el océano. Pero dónde las habilidades y capacidades de quienes debieran saber se convierten en patéticas es en la detención de la hemorragia fiduciaria, ese caudal de confianza en las economías europeas que vuela en cenizas con mayor fuerza que el volcán islandés y se escapa a mayor velocidad que la bolsa petrolífera del golfo.
Los tres percances son de naturaleza y consecuencias muy distintas, aunque cada uno algo nos explica de la avería de gobernanza que sufre el globo terráqueo. El primero y el segundo adoptan incluso la forma de manchas visibles en las imágenes desde gran altura del planeta. El primero y el tercero claman por más Europa, en el control y organización de los cielos y de los transportes y en la fijación de las políticas económicas y presupuestarias de los países del euro. El segundo, en cambio, interpela a la dependencia del petróleo que todos sufrimos, aunque más los norteamericanos, y exige energías alternativas que permitan terminar con las extracciones en aguas profundas, peligrosas hasta un grado inimaginable para el medio ambiente.
La idea del mundo desgobernado se concreta así en los tres escapes simultáneos que sufre el balón, sin que nadie sea capaz hasta el momento de hacer algo positivo para poner el parche que frene las pérdidas. Veremos cómo queda el globo el día en que los tres pinchazos queden finalmente cerrados. Pero seguro que nada será como antes.