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Un espejo alemán para España

Por 8 de septiembre de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

El debate no versa sobre si hay que salir, si no cómo y cuando. Así de crudo lo escribe Heribert Prantl en el Süddeustche Zeitung de Munich, en un artículo que sitúa el bombardeo de Kunduz en el corazón de la campaña para las elecciones generales del 27 de septiembre: ?Afganistán puede decidir la lucha electoral?. En las elecciones de 2001 fueron unas inundaciones en Baja Sajonia las que decantaron a la opinión pública a favor del canciller socialdemócrata en ejercicio Gerhard Schroeder y contra el premier conservador bávaro, Edmund Stoiber, por los buenos reflejos del primero y la tardía preocupación del segundo con los damnificados de la catástrofe. En éstas elecciones, aparentemente ganadas de antemano por la canciller Angela Merkel, acaban de entrar en acción unos elementos perturbadores tan graves como una catástrofe: las bombas de media tonelada lanzadas por la aviación norteamericana a las órdenes de un comandante alemán que han causado la muerte de decenas de civiles afganos. La economía iba a marcar la pauta de la campaña electoral, pero de pronto ha irrumpido la guerra de Afganistán con toda su crueldad hasta el punto de que puede cambiar las tendencias y determinar tanto el rumbo electoral como el color del futuro Gobierno.

Todos estaremos de acuerdo que los ciudadanos quieren y deben contar a la hora de dirigir sus impuestos a actividades tan penosas como matar una docena de talibanes a tiros como hicieron las tropas españolas hace escasos días. Pero la realidad señala que las guerras no suelen empezar después de un proceso de debate y participación democrática. Más bien al contrario: la chispa prende sin que se sepa muy bien cómo y luego ya se pone en marcha la fanfarria militar que recoge entusiasmos y reclutas de todo tipo (no olvidemos los ideológicos). De debate poco o nada. Las opiniones públicas y las elecciones suelen determinar lo contrario: el cómo y el cuando terminan. Este parece ser el caso alemán ahora. La canciller tuvo que anunciar ayer ante el Bundestag la celebración de una conferencia en la que finalmente todo estará sobre la mesa. Es decir, se hablará de terminar la intervención de la OTAN en Afganistán y una contienda que ya dura más que la segunda Guerra Mundial.
En Kunduz, además, los alemanes han hecho esta vez lo que habitualmente se les reprochaba a los norteamericanos desde Europa: cargarse a decenas de civiles en nombre de la reconstrucción civil del país. Se da la paradoja de que la orden de bombardear ha partido de quien era el socio más reticente con la guerra. Acrecentada por el hecho de que está en contradicción con la estrategia y las órdenes del mayor mando militar de la OTAN en Afganistán, el general norteamericano McChrystal, que precisamente había adoptado de los europeos la idea de que hay que ganarse a la población civil y para ello es especialmente importante evitar actuaciones discriminadas y matanzas civiles.
Todo lo que pueda decirse de Alemania vale también para España, aunque a una escala más limitada en cuanto a número de tropas y al valor estratégico de la región donde se despliegan. Incluso valen las explicaciones ideológicas (en el sentido más marxista del término, como argumentos ocultadores) que se dan los gobiernos y los parlamentos a sí mismos: los dos países están en Afganistán por no haber querido estar o continuar en Irak; los dos quisieran evitar su involucración en una guerra abierta; los dos se aferran a la reconstrucción civil y a la preservación de la democracia, por la escasa solidez de los auténticos motivos: principalmente, la disciplina y solidaridad atlántica y, subsidiariamente, el prestigio de sus militares que como buenos profesionales quieren culminar su tarea y ofrecer unos buenos resultados conclusivos.
(Enlace con la columna de Heribert Prantl) 

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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