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Saudiología, un apunte adicional

Por 4 de mayo de 2015 Sin comentarios

Lluís Bassets

La sucesión saudí, realizada en dos etapas (el 23 de enero, advenimiento del rey Salmán a la muerte de su hermanastro el rey Abdalá, y el 29 de abril, sustitución del príncipe heredero Muqrin por Mohamed bin Nayef, MBN) significa el afianzamiento de la rama sudairi y el relevo generacional: ya no quedan hijos del fundador Saud para sentarse en el trono y a partir de ahora corresponde hacerlo a los nietos.
Lo conté ayer aquí y ahora quiero complementar mis observaciones situando el foco en otra decisión de notable importancia, tomada en las mismas horas cruciales, y esta es la sustitución del ministro de Asuntos Exteriores, el príncipe Saud bin Faisal, nieto de rey, hijo de rey y aspirante él mismo en algún momento a la corona, por un diplomático de carrera saudí, un hijo de la meritocracia en el país de la más brutal aristocracia.
No es un relevo cualquiera. Saud, de 75 años, era hasta el 29 de abril el canciller más veterano del mundo. Llevaba exactamente 30 años gestionando la cartera de Exteriores con acreditada profesionalidad y pericia. Le sustituye Adel Al-Jubeir, de 53, prácticamente de la misma generación que el nuevo príncipe heredero, de 55, que ocupaba desde 2007 el puesto de embajador en Washington.
Ambos cargos, el de ministro de Exteriores y el de embajador ante la Casa Blanca, han sido ocupados casi sistemáticamente por príncipes reales, como corresponde a su relevancia estratégica. Cuando Al-Jubeir llegó a Washington tomó el relevo de Turki bin Faisal, de 70 años, hermano de Saud, y anteriormente director del espionaje saudí durante más de dos décadas. Turki había sustituido a Bandar bin Sultán, 66 años, embajador en Washington en el momento de los atentados del 11S y conocido en los medios diplomáticos como Bandar Bush por su estrecha amistad con la familia de los dos presidentes.
Bandar, Saud y Turki han sido piezas decisivas para la estabilidad del reino desde 1979, año en que se produjeron dos retos paralelos contra el liderazgo que la monarquía saudí detenta dentro del mundo musulmán en su calidad de guardiana de las ciudades sagradas de Medina y La Meca. Un reto venía de Irán, donde el ayatolá Jomeini fundó una república islámica con propósitos proselitistas y vocación de liderazgo islámico. El otro llegó desde dentro mismo de Arabia Saudí, cuando un grupo terrorista formado en las madrasas wahabitas, que impugnaba la autoridad de la monarquía, asaltó y ocupó durante dos semanas la mezquita de La Meca, hasta que fueron reducidos por el ejército saudí, con más de dos centenares de muertos en los combates y la posterior ejecución de 68 asaltantes.
Los retos de hoy son muy parecidos a los de entonces, aunque sea distinta la dimensión: la competencia de Irán por el liderazgo islámico, con la derivada del proyecto de industria nuclear iraní, y el terrorismo del Estado Islámico, de muy similar raíz wahabita pero que también impugna a la monarquía saudita. Pero los príncipes que los enfrentan ya no son los de la generación de Saud y Turki sino los que tienen entre 30 y 60 años, y no son los primeros nietos del fundador sino los más jóvenes.
Si Saud era el ministro de Exteriores más veterano del mundo, el nuevo número tres, heredero del heredero, al príncipe Mohamed bin Salmán (MBS), 30 años o menos, se le considera el ministro de Defensa más joven del mundo, al que se le atribuye el máximo protagonismo en la operación Tormenta Decisiva de intervención en la guerra civil yemení en contra de los rebeldes houzis. Aunque el rey Salmán, 79 años, conserva todo el poder monárquico en sus manos, atendiendo a su deficiente estado de salud no hay duda alguna de quienes tienen el poder efectivo.
Hasta ahora los príncipes saudíes llegaban al poder en edad muy avanzada y malas condiciones de salud, que a veces podía alcanzar incluso a las capacidades mentales. A partir de ahora, y sobre todo cuando fallezca Salmán, empezarán a llegar a edad mucho más temprana. No es extraño que estas novedades dinásticas vayan acompañadas también de la convocatoria de unas elecciones municipales en las que las mujeres saudíes podrán ejercer por primera vez en la historia el derecho de voto. Incluso el país más conservador e inamovible del mundo tantea el camino de las reformas.
No hay que leer todas estas novedades como una colección de anécdotas llenas de color. Lo que se juega en un relevo en la cúspide del poder en Arabia Saudí, primer productor de petróleo del mundo, superpotencia regional y país que alberga los lugares santos del islam, afecta a todo el mundo y a la vez está cargado de tantos misterios y enigmas como en el Kremlin o en Zhongnanhai, donde las sucesiones y las sustituciones de las más altas jerarquías se producen en la más absoluta oscuridad.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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