Lluís Bassets
¿Quieren acaso ponernos a prueba una vez más? ¿Quieren comprobar hasta dónde puede llegar la resistencia de sus amigos y aliados? ¿Quieren arruinar de una vez por todas las levísimas esperanzas de paz que se abrían con las conversaciones indirectas de George Mitchell? ¿Quieren impedir directamente que Obama rehaga los puentes en un encuentro como el que ya se ha anulado y que debía celebrarse hoy en la Casa Blanca? ¿Quieren saber si Estados Unidos usará el derecho de veto para impedir por primera vez una resolución de condena de sus fechorías en el Consejo de Seguridad? ¿Quieren ahuyentar a cualquiera que se les acerque? ¿Quieren quedarse solos con sus colonos armados y sus judíos ortodoxos, insensibles a cualquier sufrimiento ajeno, sordos a cualquier argumento aunque llegue de las voces amigas, ciegos ante la realidad de un mundo que cambia en dirección contraria a sus obsesiones?
Ese disparate militar de ayer merece mucho más que condenas. Las fuerzas de defensa de Israel son uno de los mejores ejércitos del mundo, una auténtica milicia de élite preparada para las más difíciles eventualidades. Está dotado de la mejor tecnología, cuenta con un entrenamiento difícilmente mejorable, su capacidad logística es espectacular y tiene a mano la materia prima que le suministran los servicios secretos más cualificados y eficaces del planeta. Tiene a su disposición, además, todo el apoyo y la colaboración militar y tecnológica de Estados Unidos y las facilidades que le brindan unas relaciones de confianza desarrollada desde hace décadas con todos los ejércitos de la Alianza Atlántica, incluido el de Turquía. ¿Por qué extraña razón quiso buscar Israel este combate desigual y vergonzoso con la intifada marítima organizada por las ong?s solidarias con la franja de Gaza?
No sabemos lo que quieren los responsables del disparate, pero sí a dónde conduce el camino que trazan con su violencia. Quienes sólo saben utilizar la violencia como instrumento de acción acaban esclavizados por la violencia. Lo hemos visto sobradamente del lado palestino y ahora lo estamos viendo también del lado israelí. En vez de dos estados conviviendo en paz y democracia, haciendo fructificar en la región la siembra de la reconciliación, lo que se dibuja en el futuro es una fortaleza militar israelí asediada en mitad de un océano árabe hostil, en la que los propios árabes de ciudadanía israelí sean excluidos, discriminados o encarcelados. Los partidarios de este último horizonte, es decir, la extrema derecha israelí y el extremismo palestino de Hamas, obtuvieron una sonora victoria ayer sobre los partidarios de la paz.
Cualquier motivo es bueno para emprender la guerra para quienes quieren evitar sobre todas las cosas emprender el camino de la paz.