
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Quisiera ser profeta o adivino, pero no puede. Nada le complacería más que recordar cada vez que escribe una noticia cómo fue ya avanzada y prevista por su aguda percepción. Decepcionado de la injusta realidad, que se niega a confirmar su perspicacia, decide limitarse a levantar acta, sin avanzarse ni un paso más, no fuera caso. Pierde así cualquier sentido razonable de la más evidente anticipación. Se le escapan así los hechos, prematuros cuando le proporcionan la primera percepción y demasiado viejos y ya transitados por otros cuando adquieren fisonomía definitiva. El candidato a profeta, sin visión de cara al futuro, deviene también ciego para el presente. Hay que ponerlo urgentemente a escribir la sección de efemérides, la única para la que tiene el ojo despierto y preparado.
¿Historiadores del presente? ¿Serán el relevo del periodismo, relegado entero al pasado? ¿O la avanzadilla que anuncia la pronta aparición de los historiadores del futuro?
Al periodismo suele escapársele todo lo que se ve venir, lo ineluctable.