
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Fantástica fiesta política, con toda la artillería pesada en acción. España, nada menos que España, se juega su futuro. ¿Qué será de los españoles sin toros en la barcelonesa Monumental? ¿Qué será de los taurinos catalanes, abundantes todavía, obligados a viajar al ?extranjero?, a Francia y a España, para gozar del espectáculo taurino? ¿No recurrirá alguien al Tribunal Constitucional para impedirlo?
No es menor el ruido y la furia de los taurófobos. También la Cataluña soberana que algunos de ellos sueñan se juega mucho en este envite. ¿Será verdad que con toros y toreros se hace imposible avanzar hacia la independencia? ¿Qué van a hacer con el bou embolat y els bous a mar de las tierras más meridionales, con la cargolera de Cardona y con la indudable taurofilia catalana de toda la vida?
El festival argumentativo es fantástico, y lleno de increíbles efectos pirotécnicos como en un castillo de fuegos artificiales. Están en juego las libertades individuales y los derechos de las minorías, nada más y nada menos. Al contrario, lo que está en juego es la dignidad ciudadana y la extensión de los derechos humanos a los animales, toma ya. Zapaterismo del bueno, diría alguien.
Yo confieso que no tengo criterio claro respecto a la prohibición. De los toros sólo me gusta la carne y muy de vez en cuando. La fiesta me parece un horror, qué quieren que les diga, y no me sonroja confesarlo. Pero no trago ni uno sólo de los argumentos del antitaurinismo catalanista. Ni del taurinismo españolista. Me caen bien, en cambio, los que gustan de la fiesta y la defienden con pasión, aunque tengan muy pocas razones y no pueda acompañarles ni a la plaza ni a las manifestaciones y manifiestos.
Pero lo que más me gusta del asunto es que los parlamentarios catalanes se vean obligados, gracias a una iniciativa popular, a discutir sobre el futuro de las corridas en Cataluña. ¿O acaso no tienen sus señorías derecho, e incluso en este caso obligación, a debatir sobre el asunto? En el fondo es meramente una cuestión de democracia, lo único que hay en común entre este debate y el anterior sarao político catalán, el de las célebres consultas populares. ¡Olé¡