
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Esa es la respuesta. No hay nada que hablar. Las cosas son como son y todo debe quedarse tal como está.
¿Preguntar a los ciudadanos? No hay nada que preguntar. Se empieza preguntando y se termina cediendo. Se empieza por cuestiones intrascendentes y se termina tocando lo más sagrado. Preguntar es ofender.
¿Derecho a decidir? ¿A decidir qué? No hay derecho alguno a decidir nada. A las urnas cada cuatro años y luego a callar y obedecer. Así es nuestra democracia, representativa por supuesto. Y luego, ¿a decidir quiénes? No será la parte o la minoría la que va a decidir por el todo o la mayoría. Aquí solo decide quien ya tiene el poder. Y quien tiene el poder jamás lo va a soltar.
¿Una consulta legal? Ni legal, ni niño muerto. Hasta aquí podíamos llegar. La presunción es de ilegalidad, no de legalidad, por más que se declare y se proteste en sentido contrario. Consulta y legal son términos antitéticos. No será nunca legal porque no lo permitiremos. Al final quien dice lo que es el legal es quien hace la ley, y luego la trampa.
¿Una consulta pactada? Eso es humor del fino. ¿Cómo puede ser pactada si una de las partes se niega a pacto alguno del tipo que sea? Jamás vamos a pactar que se consulte a alguien sobre un futuro que no queremos.
¿La consulta como culminación del proceso de diálogo y de negociación? Todavía más fácil: eliminamos el proceso y ya no hace falta consulta. Por eso no tiene sentido ni hablar ni escuchar.
¿Y entonces? Por encima de todo está la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, principio que transitó intocado desde los Principios Fundamentales del Movimiento hasta la Constitución democrática y que ahora se ha convertido para algunos en la quintaesencia constitucional.
Quien se desvíe un milímetro de estos principios o sea objeto de dudas y vacilaciones, sea Francisco Rubio Llorente, Pere Navarro, Martín Rodríguez Sol o el lucero del alba, será anatema y condenado a la hoguera de la nueva inquisición española. ¡Ea!