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La vergüenza de Bratislava

Por 20 de septiembre de 2016 Sin comentarios

Lluís Bassets

Ni una palabra sobre el derecho de asilo. Ni una frase, ni siquiera de compasión, para los cinco millones de refugiados que han salido de Siria. Los refugiados ni siquiera existen para los 27 en su declaración eslovaca, convertidos en migrantes incontrolados que se vinculan al miedo, al terrorismo y a la inseguridad. Nada, por supuesto, sobre la Carta Europea y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas que crea obligaciones por parte de los firmantes –los 27 , todos y cada uno de ellos y la UE como tal, hacia quienes huyen de la guerra y de la muerte segura. ¿Eso es Europa?

La declaración de Bratislava y la entera cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, la primera que se reúne sin Reino Unido, el pasado viernes, es un entero monumento al declive del proyecto europeo y, sobre todo, al menosprecio a sus valores fundacionales. El liderazgo europeo, ejercido en ocasiones por las instituciones de Bruselas y en otras por Alemania y Francia al alimón, ha pasado a manos nada menos que del grupo de países llamados de Visegrado, los cuatro países salidos del bloque soviético tras la caída del Muro y acogidos por la UE, todos ellos con una cuenta pendiente con su propia identidad nacional y celosos de su soberanía tras una larga y trágica historia que se la hurtó en numerosas ocasiones. Ellos y no el arruinado eje franco-alemán son los que conducen ahora a Europa, pero hacia atrás, de regreso al pasado de los nacionalismos enfrentados y las viejas soberanías westphalianas.

Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría han venido a sustituir a Reino Unido en la vanguardia euroescéptica que pretende reducir a la UE a su mínima expresión en función casi exclusivamente de los intereses nacionales respectivos. Quisieron entrar en la UE para deshacerse del imperio soviético y recibir fondos de Bruselas pero ahora no están dispuestos a compartir soberanía ni a sacrificarse por la solidaridad común.

Quienes conducen Europa son el húngaro Viktor Orban y el polaco Jaroslaw Kaczynski, el primero como primer ministro y dirigente del ultraderechista Fidesz y el segundo como auténtico poder en la sombra y presidente del partido también ultra Ley y Justicia (PiS). Ambos propugnan una ?contrarrevolución europea? y un modelo de ?democracia iliberal?, así con todas las letras, para el conjunto de la UE, que prosiga así el camino hacia la derecha y el repliegue ya emprendido en sus respectivos países, donde están en duda la división de poderes, la libertad de expresión y la recuperación de los poderes soberanos cedidos al ingresar en la UE. Sus aliados en el resto del continente son el Frente Nacional francés, la alemana Alternative für Deustchland o el Partido de la libertad holandés de Geert Wilders, auténticas formaciones antisistema que qauieren dinamitar la entera Unión Europea.

Estos partidos ultras del grupo de Visegrado, a diferencia del UKIP de Nigel Farage, no quieren irse de la UE, de donde extraen numerosas ventajas, entre otras la posibilidad de mandar trabajadores suyos a otros países en busca de los puestos de trabajo y de los salarios que no tienen en casa. El contraste con los partidarios del Brexit, defienden el mercado único entero, pero tienen idénticos propósitos en cuanto a la recepción de refugiados e inmigrantes. Dicho de otra forma: son partidarios de la ley del embudo, es decir, cerrar las fronteras a los de fuera y que los otros las abran a los nacionales propios.

Bratislava es la culminación de esta política insolidaria y antieuropea, que ha terminado dinamitando los esfuerzos de Bruselas y Berlín por imponer cuotas de recepción de refugiados para aliviar la enorme carga que soporta ahora Alemania y responder de acuerdo con los valores y leyes europeas al reto que tiene el mundo ante sí. La vanguardia de esta Europa iliberal y soberanista son los cuatro de Visegrado, pero el grueso de la tropa, es decir, los otros jefes de estado y de Gobierno, han demostrado con su pasividad una falta de visión y de valentía igualmente culpables, a excepción de la canciller Angela Merkel, a la que hay que añadir en el plano internacional al canadiense Justin Trudeau, los únicos ?occidentales? que han salvado los principios consagrados internacionalmente y han demostrado responsabilidad y sentido de la decencia.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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