
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
¿Qué significa ser francés? Fijar la identidad se ha convertido en la fijación de Nicolas Sarkozy. Y no estamos hablando de cualquier identidad, una cuestión peliaguda que afecta incluso a los individuos. Tampoco valen ciertas identidades colectivas, como preguntarse qué significa ser marsellés, bretón o europeo. La identidad que conviene es la nacional. Menuda pregunta. Y menudo momento para plantearla. Tiene razón Segolène Royal cuando dice que la nación en su origen era de izquierdas. ¿Pero lo es ahora?
La idea, pensada para lidiar con la inmigración, tiene que ver más con la derecha, incluso extrema del Frente Nacional, cuyos votos Sarkozy persigue, que con la izquierda. Incluso cabe intuir que uno de los objetivos que se persigue es dividir a la izquierda, sabiendo que los jacobinos de tan fuerte tradición y arraigo franceses se agruparán detrás de la pregunta con el presidente de al República y dejarán descolgados a los otros. Quedarán con el pie cambiado quienes piensen en términos de identidades múltiples y solapadas o consideren el debate identitario como una maniobra para secuestrar el concepto de ciudadanía.
No es cuestión de traernos el debate de Francia. Si el Gobierno ha querido poner en marcha la maquinaria del Estado, con los prefectos a la cabeza, para lanzar un gran debate nacional sobre la identidad nacional, será por qué no tiene otra cosa más importante que hacer. Pero lo más interesante es que la forma adoptada dice mucho de Francia y de su identidad nacional. Dice tanto que casi puede darse por cerrado el debate. Como es de todos sabido, no es la sociedad, sino el Estado quien construye históricamente la nación francesa. De ahí que nada más adecuado que sea también el Estado quien plantee el debate. Y quien también lo zanje cuando haga falta.
(Enlace con el portal oficial del debate).