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Israel, bajo presión

Por 4 de junio de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

El desencuentro entre Netanyahu y Obama sólo acaba de empezar. Es muy significativa la reacción del gobierno israelí al discurso pronunciado ayer por Obama en la Universidad del Cairo: ni una sola referencia a las únicas cuestiones serias que le conciernen. Obama ha señalado en su discurso cairota algo que suelen olvidar los dirigentes israelíes: es intolerable el sufrimiento de los palestinos. Y les ha requerido para que cumplan con las resoluciones internacionales y los planes de paz acordados cien veces y cien veces vulnerados: congelación total de los asentamientos en territorio palestino y adhesión a la fórmula de un Estado viable para los palestinos.

Obama ha insinuado más cosas, que todavía nadie ha querido interpretar, como que el proceso de desarme nuclear que quiere abrir va a afectar a todos, a quienes han firmado el Tratado de No Proliferación y luego no lo cumplen y a quienes no lo han firmado y proliferan sin reconocerlo. Pero lo único que les interesa a los gobernantes de Israel y de lo único que hablan en los comunicados y declaraciones de ayer es de su seguridad, algo que sitúan por encima de cualquier otra cosa.
Y llevan razón, tal como el propio Obama se ha ocupado también de repetir una y otra vez en varios discursos y ruedas de prensa, donde la ha calificado de ?paramount? (suprema, de suma importancia). Nadie la ha defendido de forma más contundente y clara ante una audiencia árabe y musulmana como lo ha hecho Obama en El Cairo. Como nadie había denunciado antes ante una audiencia como ésta los estragos del antisemitismo y el respeto que exige el Holocausto.
Sin seguridad para Israel no puede haber paz. Pero reducir el camino de la paz a la exclusiva seguridad de Israel, sin atender a los derechos de los palestinos, no conduce ni a la paz ni a la seguridad. Y todavía peor, elevar las exigencias israelíes evocando la seguridad tampoco conduce a la paz ni a la seguridad. Ahora mismo, el problema de Netanyahu es que no tiene ni una sola propuesta práctica que avale la existencia de un camino propio para la paz. Esa paz económica con los palestinos que quiso sacarse de la manga no llegó a creérsela ni él mismo. Lo único que quería obtener de su viaje a Washington era márgenes para atacar a Irán, seguir expandiendo los asentamientos y eludir la fórmula de los dos estados.
El gobierno sabe que está en un callejón sin salida y que el discurso de Obama le señala la pared donde termina el recorrido. Pero a la vez no puede ni quiere quedarse al otro lado de la valla, con el frente de rechazo a Obama en el que se han juntado todos los extremistas, desde los ayatolás iraníes hasta los okupas isaelíes, pasando por la derecha americana que ha calificado a Obama de relativista. Pero está claro que a Netanyahu no le gusta nada de esta apertura al mundo árabe y musulmán que le aísla internacionalmente y sitúa a su país en el punto más bajo de su capacidad de interlocución.
Es significativo que el belicoso Aviador Lieberman haya declarado que Israel no atacará a Irán por su cuenta justo a su vuelta de Moscú, una de las pocas capitales donde se le recibe bien y habla su idioma materno, el ruso. El duro entre los duros suelta así en público la primera pieza que le habían exigido, a falta de voluntad alguna de ceder en los otros dos temas: asentamientos y Estado palestino.
Sabe este gobierno que este discurso en El Cairo es un movimiento más, quizás el más espectacular, de un amplio plan que tiene objetivos, fechas y exigencias. Su opinión pública no está acostumbrada a que Washington le cante las cuarenta al primer ministro de Israel, le reciba después del rey de Jordania en la Casa Blanca o que el presidente americano haya viajado ya en dos ocasiones a la zona y todavía no se le haya visto en Israel.
Ahora les queda poco tiempo para responder. Y Obama necesita respuestas útiles y pronto. Se lo ha dicho a Netanyahu. A finales de junio sin ir más lejos, cuando ya se conocerá perfectamente el nuevo rumbo iraní después de las elecciones y todo sabremos a qué atenernos. Se hace difícil pensar que ceda, pero también que consiga doblar el brazo del presidente del país más poderoso del planeta.
Obama ha asegurado que se lo va a tomar con resolución y paciencia. Aunque se hayan señalado fechas (finales de junio para Israel, finales de año para Teherán) y el pulso sea largo, el presidente está obligado a obtener resultados en los primeros meses a riesgo de perder impulso y llegar al final de su primer mandato de vacío. Sería una gran decepción, pero también una auténtica tragedia.
(Por cierto, a todo esto la Unión Europea o alguien europeo en su nombre podría jugar algún papel, pero a lo que se ve nos hallamos camino de la más absoluta irrelevancia o de algo peor, como demuestra la campaña electoral. Anoto, además, otros dos temas sobre los que no he podido escribir esta semana, como compromiso para próximas reflexiones: sobre esa Italia que Berlusconi ha convertido en una mezcla de discoteca, plató televisivo y burdel y sobre esa China que todavía prohíbe, censura y esconde la cabeza debajo del ala cuando regresan las cuentas de su pasado infame).

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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