
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Así como hay una inversión térmica, típica de ciertos momentos invernales, en que hace más frío en los valles que en las alturas, ahora el mundo parece introducirse en una inversión política en la que, generalizando, la derecha se ha hecho de izquierdas y la izquierda de derechas.
La portada de The Economist de esta semana ha captado con elocuencia gráfica lo que está sucediendo: al fondo la cúpula del capitolio, en primer plano Barack Obama caracterizado como un francés de postal turística (boina, baguette, camiseta a rayas) y John Boehner, el líder repoublicano de la Cámara de Representantes, como un bávaro con sus calzones de piel; y el título, America's European moment (el momento europeo de Estados Unidos).
El mismo día Philip Stephens en el FT señalaba que los partidos republicano de EE UU y conservador de Reino Unido se han convertido en formaciones ideológicas, mientras que los demócratas y los laboristas se están adscribiendo al pragmatismo, exactamente lo contrario de lo que se espera de derechas e izquierdas respectivamente. Si cruzamos ambas observaciones veremos que, efectivamente, EE UU se mueve en dirección del modelo europeo y Europa del modelo americano, tanto en políticas económicas como en la forma de negociar y decidir.
La inversión funciona también en dimensiones globales. No hay ahora mismo partido más conservador y derechista que el comunista chino, y si observamos las tendencias que contiene, veremos que los izquierdistas son los más conservadores y los liberales los que más se apuntan al cambio.
La socialdemocracia europea, o lo que queda de ella, es indiscutiblemente una fuerza conservadora, que pretende mantener el statu quo del Estado de bienestar y los derechos legítimamente adquiridos por las clases medias y bajas en el último siglo; mientras que los partidos derechistas se sienten rupturistas, insurreccionales incluso, como sucede con el Tea Party en Estados Unidos.
Estamos, pues, en una época trabucada, en la que necesariamente cuesta orientarse. Ahora mismo, en el mapa de la política hispánica, pocas cosas llaman tanto la atención como la Cataluña vasca enardecida por la perentoria exigencia de su soberanía y el Euskadi catalán y pragmático calculando con tranquilidad como mantener e incrementar su ya notable nivel de autogobierno.
Puede que sea una época nueva. Puede que se trate meramente, como en la naturaleza, de un fenómeno térmico invernal que terminará cuando llegue de nuevo el verano.