
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Italia siempre guarda sorpresas. Es proverbial su carácter de laboratorio político. Todo lo que ocurre en el mundo ha sucedido mucho antes en Italia o, incluso, en la antigua Roma. Ojo avizor, por tanto.
Ahora mismo el Partido Democrático, surgido de los restos de la Democracia Cristiana y el Partito Comunista, acaba de celebrar sus terceras elecciones primarias abiertas para elegir secretario general y a la vez candidato a la presidencia del Consejo de Ministros. Y ha sido todo un éxito: este pasado domingo fueron a las urnas casi dos millones y medio de ciudadanos, con el único requisito de pagar dos euros para los gastos electorales y comprometerse a sostener al partido en las elecciones.
Nada sustituye a unas buenas elecciones competitivas, en las que cada candidato tiene que espabilarse para convencer a los electores. Lo saben bien quienes no las tienen. Las urnas no lo son todo, pero sin las urnas fácilmente se llega a la nada política, es decir, a la partitocracia que concede el poder a la cúpula dirigente de cada formación o incluso a la dictadura. Lo han comprobado los italianos y lo han hecho en un momento paradójico. Cuando el PD celebra sus terceras primarias ?a la tercera va la vencida?, después de la incapacidad para alcanzar el Gobierno de los vencedores en las dos anteriores, Walter Veltroni en 2007 y Pier Luigi Bersani en 2009, resulta que quien preside el Consejo de Ministros es un destacado diputado del PD como Enrico Letta, aunque no gracias a una victoria en las urnas, sino por el empeño del presidente de la República, Giorgio Napolitano, de 88 años, en favor de la estabilidad y por la división de la derecha, tras el fracaso de Berlusconi, de 77, con sus amenazas de derribar al Gobierno.
Así es como en poco tiempo Italia ha emprendido un giro desde la gerontocracia hacia el rejuvenecimiento. El alcalde de Florencia y vencedor de las primarias, Matteo Renzi, tiene 38 años. Enrico Letta, 47. Y 43 el vicepresidente, Angelino Alfano, que fue mano derecha de Cavaliere antes de ser la mano que le estranguló como líder.
Punto en común, todos tienen sus orígenes en la Democracia Cristiana, tanto los dos del PD como quien fue número dos de Berlusconi y ahora es el número uno del Nuevo Centroderecha. Renzi es además un político poco convencional, va a por todas y está dispuesto a barrer todo lo viejo. El PD, por su parte, necesita la mayoría de gobierno que hasta ahora se le ha negado. Apunta así el viraje hacia un sistema menos fragmentado, con dos partidos que se turnan como sucede en la Europa vecina.
Esos políticos en ascenso no son meteoritos caídos del cielo: el actual Parlamento es el más joven y feminizado de la historia. Los que suben son tres exdemocristianos, pero quien protege la estabilidad es un excomunista que ejerce su tutela de viejo rey al borde de la abdicación.