
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Es un salvavidas. Un enorme neumático que cabe hinchar hasta 100.000 millones de euros, destinado a evitar que se ahogue el sistema financiero español. Sirve para rescatar a la banca española, es decir, el sistema financiero y en definitiva a España, a su economía. Pero no se presenta como un rescate, palabra maldita y asociada a países insolventes, y de corrosivos efectos sobre la imagen política de los gobernantes. Y sobre todo del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. El rescate no dice su nombre en homenaje y al servicio del presidente del Gobierno, que rechazó la idea de un rescate bancario, ásperamente incluso, cuando desmintió al recién elegido François Hollande.
Si no es un rescate, tampoco es una intervención. Nada peor que una España intervenida por esos hombres de negro fabricados por la negra imaginación de Cristóbal Montoro. La España rescatada e intervenida era la de Zapatero, la de Rajoy es la España soberana que decide sobre sus límites de déficit público, aprueba los presupuestos a su ritmo y nacionaliza los bancos cuando hace falta con la pólvora del rey de una deuda pública sin apoyo ni permiso europeo. De Guindos ha sido claro: el salvavidas no tiene por tanto contrapartidas macroeconómicas ni especial seguimiento presupuestario por parte de esos interventores que no intervienen. Si hay que hacer algo, se hará pero por iniciativa propia del gobierno soberano. Y se hará, por cierto. Por nuestra real gana.
No hay rescate, no hay intervención, no hay hombres de negro, de acuerdo. Rescate suave, por tanto. No hay más intervención que la que había ya ahora. Y los hombres de negro no llegarán a La Moncloa, pero se colarán en todas las entidades bancarias que se agarren al salvavidas. Serán exigentes. Las consecuencias de la intervención no serán menores. Veremos cuántos puestos de trabajo quedan en el sector. Y cuántos bancos. Veremos qué queda del mayor y más averiado de los transatlánticos averiados que es Bankia.
A pesar de la política eufemística, el rescate bancario, la intervención europea e internacional en el sistema bancario español y la entrada de los hombres de negro en los bancos arruinados difícilmente quedarán sin consecuencias políticas. Salvavidas de este tamaño colosal suelen pasar factura política. No siempre los eufemismos funcionan y casi nunca la ausencia y el silencio de un gobernante, Rajoy en este caso, sirve como metáfora de su ausencia de responsabilidades.