
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Davos ha terminado ya. Hoy todavía, esta mañana, quedan algunos actos conclusivos, de los que desertan buena parte de los asistentes, unos porque ya se van y otros porque aprovechan el último día para esquiar o para dormir después de la noche del sábado. La clausura estuvo a cargo de Marruecos que tiró la casa por la ventana como hacen todos los países y empresas que patrocinan este tipo de fiestas. Este es todo un capítulo aparte sobre el que poco puedo decir: sólo me asomé al principio de la cena marroquí para añadirme en seguida a la despedida de los periodistas de a pie, los dos centenares de corresponsales que han cubierto la cumbre sin acceso privilegiado. Durante la última jornada útil, el sábado, todavía tuve ocasión de obtener impresiones e informaciones interesantes. Ahí van algunas.
A primera hora de la mañana, un panel sobre ‘Nuevas fronteras de los conflictos’, que me va a servir para contar dos cosas realmente notables de este Foro. En primer lugar, el método: hay un presentador, Audrey Kurth Cronin este caso, profesor del Colegio de Guerra de Estados Unidos, un especialista de tanta calidad como los otros invitados, que hace una presentación muy rápida del tema y luego pregunta directamente a cada uno de los participantes. Los participantes responden en un minuto si es posible, y mejor todavía en medio, para dejar a continuación que el propio público les pregunte. En total una hora, en la que han aparecido y han sido objeto de disección las ideas más importantes sobre el tema. En segundo lugar, el contenido, que tiene que ver con el espíritu de Davos, del que se habla mucho cuando se pierde (véase el encontronazo entre Shimon Peres y Erdogan) pero poco cuando funciona: los especialistas convocados cubren un abanico que permite juntar a controladores y controlados, artistas y críticos, y si se me apura incluso a combatientes de dos bandos. En este panel estaban desde el secretario general de Interpol, Ronald Noble, hasta el director de Human Rights Watch. Los contenidos, lógicamente, las armas biológicas, los ciberataques, la lucha antiterrorista, la droga, las mafias y, sobre todo, la protección de la población civil mezclada en los conflictos.
Segundo apunte: presentación del Global Economic Outlook, sobre el que no me voy a extender porque los lectores podrán leerlo en la prensa de hoy y especialmente en la magnífica crónica de Claudi Pérez. Entre las notas que tomé escribí: "la magnitud del desconcierto", que luego mandé como título de mi columna de hoy. Puse también otro título alternativo que por su longitud no entraba, pero que sintetiza una de las impresiones que se puede sacar de la cumbre: "el capitalismo reformado será verde y tecnológico". La presentación fue de lujo, moderada por Martin Wolf del Financial Times y con la ministra francesa de Economía Christine Lagarde, el vicepresidente del Plan Económico de India Montek Ahluwalia, el número dos del FMI John Lipsky, el gobernador del banco central canadiense Mark Carney y el banquero de Standard Chartered Peter Sand. Lo menos que puede decirse es que tiraron de todas las señales de alarma, la señora Lagarde notablemente advirtiendo sobre el peligro de una fuerte agitación social.
Tercer y último capítulo: nuevo encuentro con el más genuino y creativo espíritu de Davos. Jeff Jervis, bloguero y además gurú de digital, dirigió un encuentro sobre innovación de masas. Si hasta ahora habíamos llegado al suministro de contenidos por parte del público, el famoso out-sourcing, o el llamado web 2.0, ahora de lo que se trata es de que el talento del público sea el que funcione como motor de la innovación y del cambio de las empresas. Jeff Jervis prometió escribir sobre el tema y contarlo en su blog esta próxima semana (buzzmachine.com), pero a mí me servirá para redondear la imagen de este espíritu montañero que inspira el encuentro. Los participantes se agruparon en varias mesas, cada una encabezada por un panelista destacado, altrededor de un tema sobre el que imaginar cómo se podría aprovechar las ideas, experiencias y talento de la gente. La mesa donde yo me senté, dedicada a los bancos, imaginó un banco abierto en el que no sería posible la contaminación de las hipotecas subprime ni la expansión de la infección Madoff como le ha sucedido al Santander. Tenía al lado a uno de los vicepresidentes de Google que me mostró irónico su teléfono móvil donde se podía leer Open Bank debajo del logo del Santander. Cuando terminamos la discusión, Jarvis dirigió la revisión de todas las ideas que fueron surgiendo y al final hubo incluso bromas sobre la aplicación inmediata de la mejor de todas, que resultó precisamente la de este sistema bancario. En este panel, divertido y efervescente, había militantes del software abierto y gente de inconfundible aroma ácrata. Una gozada, la verdad.
Y se acabó la jornada en lo que se refiere a la actividad de la esponja, que es lo más interesante de Davos. Luego hay que contarlo, en el periódico y en blog, como lo hago ahora. Muchas gracias por leerme y por participar. Debo decir que estoy muy satisfecho del seguimiento del blog estos días y no tanto de algunos comentarios. Todos, y sus autores especialmente, saben por qué.