
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
El personaje del año. La noticia del año. La lista de los más ricos. ¿Alguna idea más original?: los pensadores más influyentes. Y luego la década, con sus personajes, temas y noticias. Y además los resúmenes. Los ritos periodísticos son tan intensos y rutinarios como los ritos festivos y religiosos. Culto al paso del tiempo y al cambio, debidamente pautados y convertidos en celebración de la circularidad.
Nadie escapa a las vueltas de tuerca de estos falsos finales. Sabemos que nada acaba ni nada empieza, pero nos obligamos a celebrar nuevos comienzos y a despedir etapas pasadas justamente en la medida en que nada nuevo podremos empezar ni nada viejo vamos a despedir. Sólo las estadísticas justifican la adopción de la pauta: cerramos las cifras del año como podemos cerrar las de cada mes, semana y día. ¿Pero celebrarlas?
Reto a la imaginación: un medio de comunicación prestigioso y potente que optase un año por no celebrar absolutamente nada. ¿Perdería el favor y la atención de los lectores? No lo creo. Lo más probable, incluso, es que se lo agradecieran. Segundo reto, éste a la atención prestada al año: ¿cuántos acontecimientos calificados de históricos hemos vivido?
Corolario: los páginas y espacios de información general debieran abstenerse, para dejar los auténticos y legítimos resúmenes del año, listas de influyentes y famosos, y noticias destacadas de los últimos doce meses exclusivamente al ancho territorio en expansión del deporte, que es el único lugar donde habita la historia y donde va dejando las huellas de su paso glorioso.
Que nadie se queje. Antaño tuvo de partera a la violencia, ahora habita sólo en los estadios y las pantallas de televisión. Y regresemos por un momento a la circularidad: ¡felices fiestas a todos los lectores!