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El éxito de un fracaso

Por 14 de julio de 2016 Sin comentarios

Lluís Bassets

Theresa May quiere que el Brexit sea un éxito. Ella no lo apoyó, porque sabía que es un fracaso por definición, pero ahora tiene que gestionarlo, a la vista de que nadie más se ha atrevido, y lógicamente quiere triunfar en su nuevo encargo.

Para que de verdad sea un éxito el Brexit no debe notarse, al menos en lo más sustancial para los británicos, que es el mercado único. Es decir, May debería conseguir un mercado europeo de tres libertades (de circulación de capitales, servicios y mercancías) y salirse en cambio de la libre circulación de personas. Sería el mejor de los mundos para los conservadores británicos y un estatuto que nadie ha obtenido, ni siquiera países como Noruega o Suiza.

La mejor prueba de que el Brexit es lo más parecido a una derrota es la velocidad con la que han desaparecido sus padres. Para empezar, su auténtico y ambiguo progenitor, David Cameron, a pesar de que previamente al desastre mostraba su disposición a seguir como primer ministro e incluso a poner en acción el mecanismo de salida contemplado en el artículo 50 del Tratado de la UE inmediatamente después del referéndum.

Cameron con el Brexit recuerda a Felipe González con el referéndum sobre la OTAN. En ambos casos el móvil era convencer a los más radicales de su propio partido. Los dos buscaron un estatus especial que justificara las reticencias y satisficiera a los más reticentes. Y ambos se la jugaron. Pero González lo ganó y Cameron lo ha perdido, entre otras razones porque no ha sabido formular el argumento que fue decisivo en el caso español: ¿quién gestionará el no?

Si los británicos hubieran sabido que los dirigentes del Brexit saldrían en estampida ante la victoria de sus posiciones, el voto se hubiera decantado en favor de seguir en la UE. Los padres del Brexit han abandonado el barco, como ratas han dicho algunos, como una forma de arrepentimiento han dicho otros. Querían un referéndum, querían incluso que Cameron dejara muchos pelos en la gatera, pero en realidad no querían ni creían en la victoria.

Lo más que se puede esperar del Brexit y de la firmeza de Theresa May es minimizar los costes. Brexit significa Brexit, tal como ha dicho la nueva primera ministra, pero de momento no va activar el artículo 50, y va a intentar negociar por debajo de la mesa ya que la UE se va a negar a empezar la negociación mientras Londres no pida formalmente la salida.

El artículo 50 es una maldición, un tiro en el pie. Mientras no se active hay que seguir cumpliendo los deberes, incluyendo las aportaciones presupuestarias. Y en cuanto se active, Londres perderá su derecho de veto en los temas que exigen unanimidad y afecten a su estatus. Además, tendrá que negociar contra el reloj de los dos años de plazo que fija el tratado, prorrogables solo si lo aprueba el Consejo de la UE por unanimidad.

Hay una frase inglesa que sirve muy bien para el caso. "There ain't no such thing as a free lunch". No hay almuerzos gratis. En Europa, y en el mundo entero, todo pasa su factura.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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