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Blogs de autor

El blog de Mariano José de Larra, 2

Por 9 de julio de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

El oficio de periodista
Somos gente que cuenta a otra gente lo que le pasa a la gente, dijo un día Eugenio Scalfari, el fundador del diario italiano la Repubblica; en el bien entendido de que las tres gentes que salen en la frase son grupos humanos distintos, como mínimo hasta ahora: los periodistas es la primera gente, el público la segunda y los protagonistas de la noticia la tercera. Todos son gente pero cada uno juega un papel distinto en la información tradicional.

La revolución en la comunicación que estamos presenciando confunde todas las fronteras y límites: toda la gente es gente, los que cuentan, los que escuchan y los protagonistas; y todos cuentan, escuchan y protagonizan, sin que nadie pueda tener voz propia sin identificarse previamente como mera gente. La voz objetiva e independiente que nos daba parte del estado del mundo ha ido adquiriendo color y forma hasta identificarse con un individuo concreto, con cualquier individuo concreto. Y todos los individuos concretos tienen ahora los medios y la incitación para ser también ellos esa gente que cuenta a la gente lo que le ocurre a la gente, aunque a veces sea contar lo que les ocurre a ellos mismos.
Ya no es lo que está pasando o les está pasando a los otros lo que interesa, sino lo que me está pasando a mí en este preciso instante. Las preguntas de la vieja retórica periodística americana, recordadas por la mnemotecnia de las 6 uves dobles, han sido sustituidas por otras totalmente distintas. Ni el qué (what), ni el quién (who), ni el cuándo (when), ni el dónde (where), ni el por qué (why), ni el cómo (how) nos sirven; lo que nos interesa es ¿qué estás haciendo? (como sucede en el sistema de microblogging twitter). O ¿qué estás pensando? (como se pregunta al entrar en la red social en internet facebook). En preguntas de este tipo se sintetiza la cultura de la nueva información digital y de las redes sociales y las comunidades.
¿Y qué estamos haciendo ahora mismo los periodistas? Varias cosas a la vez: seguir con nuestro trabajo de siempre, ciertamente, los que podemos, si todavía lo tenemos. También dejar de ser periodistas en una gran proporción. Y los que no, en todos los casos, interrogándonos estupefactos sobre el futuro del oficio. Dejar de ser periodista es una actividad tan vieja como el periodismo. Este es un oficio de grandes vocaciones pero también de grandes huidas. Se podría recopilar un pequeño manual con las llamadas de atención a los jóvenes periodistas para que abandonen el oficio urgentemente, antes de que sea demasiado tarde. Pero estas llamadas no están hoy al orden del día, al contrario: es el oficio el que está abandonando a muchos de quienes lo practican.
Las causas son bien claras. El coste de los diarios es creciente y los ingresos decrecientes. La información de calidad ha sido siempre muy cara. Lo es mantener redes de corresponsales, en el extranjero y en las principales capitales políticas; contar con equipos de reporteros que indaguen y analicen las actividades de los gobiernos y de las grandes empresas; financiar largas y costosas investigaciones sobre la gran delincuencia, la corrupción política, el fraude, el tráfico de estupefacientes y de personas y los paraísos fiscales; contar con reporteros especializados en ciencia y salud, en economía y en medio ambiente, en energía y en transportes, y en todas las ramas de las actividades objeto de conflictos y de debates relevantes en nuestras sociedades; como lo es obtener los artículos de los escritores y creadores más prestigiosos, como ha venido haciendo la prensa de referencia en todo el mundo.
Hasta ahora nos hemos podido permitir estos lujos, que no son tales, puesto que han servido para garantizar, aunque sea de forma imperfecta, el funcionamiento de la democracia y del Estado de derecho. Está ya perfectamente analizado e incluso cuantificado: allí donde no hay buen periodismo empieza el estercolero donde crecen las peores flores de la corrupción, la delincuencia, el terrorismo y los estados fallidos.
Pero estas grandes inversiones en contenidos, en periodismo, están en peligro. El último ciclo de prosperidad, entre la última burbuja tecnológica del 2002 y la hipotecaria de 2008, ha sido el momento dorado de la prensa escrita y quizás su canto del cisne. Pero de pronto nos encontramos ahora con que no podemos seguir con nuestro viejo tren de vida. Y escuchamos endechas y elegías por la prensa, entonadas por sus propios protagonistas, periodistas y editores, esperemos que de forma prematura, porque aun tratándose de funerales de cuerpo presente, el muerto en cuestión todavía se mueve, anda, habla y razona e incluso todavía es capaz de intentar mantener en marcha sus negocios.
(Este texto es la segunda entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila, el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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