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Derecho al monolingüismo

Por 23 de noviembre de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

Son conocidas las múltiples declinaciones de esta propuesta política que defienden dos de los partidos parlamentarios catalanes, Partido Popular y Ciutadans, y uno extraparlamentario en Cataluña, pero no en el Parlamento español, como es Unión, Progreso y Democracia. Las lenguas no tienen derechos, sólo los individuos. No hay derechos territoriales, sino de los ciudadanos. Hay una sola lengua cuyo conocimiento es obligatorio según la Constitución; todas las otras son y deben seguir siendo finalmente optativas o subsidiarias, tal como ha quedado avalado por la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Etcétera. Pero hace escasos días, alguien lo ha formulado en términos mucho más claros y directos que facilitan el razonamiento: tenemos el derecho a ser monolingües en castellano.

Este nuevo derecho ciudadano tiene dos características. Primera, es un derecho negativo: a negarse a aprender y a hablar cualquier otra lengua que no sea el castellano. Hasta aquí nada que decir, porque es evidente que todo el mundo tiene el derecho a aprender y a hablar la lengua que le plazca. Con la derivada o salvedad de que no es un derecho transportable: debo ejercerlo no donde quiera sino donde pueda, allí donde esté acompañado de una mayoría de gente conforme con mi negativa a hablar y entender cualquier otra lengua que no sea el castellano. En Lima y en Bogotá sí. No en Moscú ni en Yakarta. En Barcelona es muy fácil sortear el catalán en la vida diaria y son muchas las circunstancias que ayudan ?la proximidad románica de ambas lenguas, la preponderancia de medios de comunicación en castellano, los hábitos de cortesía de los catalanes?–, pero hay algunos puntos donde el derecho a no entender y a no aprender tropieza con algunos límites: la escuela pública o subvencionada, las instituciones, las comunicaciones oficiales del gobierno catalán?
Segunda característica: este derecho a ser monolingüe en castellano no es un derecho aplicable universalmente a todas las lenguas. Sobre todo a la catalana: si reconocemos el derecho de los catalanes a ser monolingües en catalán, debemos incluirlo como lengua oficial en el conjunto de las instituciones y del territorio de España o alternativamente ofrecer a los catalanes el derecho a constituirse en un territorio –sea un Estado independiente o no es indiferente para el argumento– donde el catalán sea tan oficial y preferente como lo es el castellano en territorio monolingüe castellano. Creo que ninguna de ambas ideas puede gustarles a quienes defienden este derecho a ser monolingües en castellano, entre otras razones porque su universalización lo recorta en vez de ampliarlo: cuanto más tengo yo menos tienen los otros y viceversa.
Si no es universal, será entonces por que es un derecho privativo, aplicable sólo a los hablantes del castellano pero no a los hablantes de otras lenguas. Tampoco: entre los hablantes castellanos hay una cantidad bastante considerable que no tiene el castellano como lengua materna, ni siquiera como lengua familiar o de comunicación en su vida cotidiana, pero que lo utilizan a gusto en multitud de momentos de su vida o que incluso constituye su principal instrumento de trabajo: en este apartado se encuentra la abundante nómina de escritores y periodistas catalanes que escriben en castellano (yo mismo). Estos hablantes, que en territorios como el catalán son muy abundantes, no pueden exigir el derecho a ser monolingües en castellano porque no lo son congénitamente. Pueden exigir naturalmente el derecho a utilizar el castellano, pero no en condición de un monolingüismo que les está prohibido por principio, porque no lo son ni lo pueden ya ser.
Hemos acotado entonces a quien afecta este derecho: a los ciudadanos castellanohablantes no catalanes que llegando a Cataluña consideran innecesario, vejatorio o inconveniente entender y hablar catalán. Muy bien. No vamos a discutir con ellos. Si su actitud no afectara a derechos de los otros lo único que les diríamos es que ellos se lo pierden. Eso sí, no van a pretender que con tales reivindicaciones luego les aplaudan y jaleen quienes también se creen con derecho a ser monolingües en catalán o quienes no se reconocen con derecho a ser monolingües en lengua alguna, porque están dispuestos a realizar esfuerzos para aprender la lengua del lugar allí a donde van.
Hay que puntualizar que todo este galimatías, aparentemente tan vivo en la campaña electoral, está muy lejos de la calle y de la vida en Cataluña, donde sólo suelen plantear estos problemas quienes se han empeñado en convertir las lenguas en motivo de división y de enfrentamiento políticos en vez de instrumentos de comunicación y de concordia. De momento no lo han conseguido y sería muy bueno que así siguieran para siempre.
(Enlace con una entrevista a Fernando Savater en La Vanguardia donde se enuncia la reclamación: ?¡Tienes derecho a ser monolingüe en castellano!?).
 

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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