
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
La correlación de fuerzas fue sustituida por la correlación de debilidades. No estaba nada mal. Se trataba de resistir, evitar los errores, anular los riesgos, jugar al quietismo a la espera de que el contrincante fuera quien se la pegara. El resultado, obvio, es catastrófico: nos mecemos todos en un océano de conservadurismo, donde sólo cuenta mantener las cosas tal como están. Si a los comentaristas les da por la vena lírica, incluso es posible que este dulce balanceo se vea acompañado de las nanas sobre el consenso, la estabilidad, el reparto del poder en cómodas cuotas, la excelencia de las políticas previsibles, e incluso la seriedad de los gobernantes y de esa oposición empeñada en seguir viviendo estupendamente en la oposición.
Pero ahora hemos visto que esta correlación ocultaba a otra, que bajo la superficie tersa de este océano tranquilo bulle un submundo donde pululan los peores bichos y se expanden plagas e infecciones. Es la correlación de corrupciones, el cuadro que determinará en los próximos meses el desarrollo de los combates políticos y electorales hispánicos. Quien no se halle infectado, los más pequeños y marginales, recibirán su pequeña piñata electoral. Será suficiente para asustar, pero será un susto inocente, como los que se dan para quitar el hipo. Los grandes sufrirán: faltaría más; se lo han ganado a pulso. Aunque probablemente en grado mucho menor de lo que se merecen. Aumentará de forma brutal el voto de protesta, los nulos y la abstención. Y la campañas se jugarán como se está jugando ya ahora, atizándose unos a otros con el ?y tú más?.
No podemos todavía adelantar tesis alguna. No hay suficientes elementos como para dar por sentado que la corrupción de la derecha no pasa factura y que sólo se castiga a la izquierda. El problema será, quizás, el grado de desgaste que tendrá en cada uno de los partidos. Pero lo que debe preocupar, si tenemos la cabeza en la experiencia italiana, es que no aparezca alguien capaz de convertir la podredumbre en petróleo como hizo Berlusconi en Italia. Este sí sería un susto de aúpa. No hay que olvidar que si optó por pasar a la política y presentarse a las elecciones fue precisamente para evitar la cárcel que le esperaba inexorablemente en caso de seguir siendo un civil de a pie. El corruptísimo Caimán es el hijo directo de la correlación de corrupciones que se ocultaba bajo la correlación de debilidades italiana. Así vemos como quienes están en la oposición ponen todo su empeño en seguir manteniéndose en esa oposición dorada donde tan bien se vive y triunfa.