Lluís Bassets
Nada ha cambiado desde Troya. Y nada cambiará. Las nuevas guerras, como las viejas, seguirán produciendo dolor, muerte y miseria. El horror seguirá siendo horror. Si acaso, van a empeorar las cosas: cuanto más lejos se halla el combatiente cibernético del campo de batalla más fácil se convierte el manejo del gatillo. La facilidad con que se matará introducirá una nueva ética de la guerra, lejos también de lo que ha sido la moral guerrera que hemos conocido hasta hace bien poco: se esfumará lo poco de noble que había en ellas. La onmipotencia de unos abrirá cada vez más el espacio para la asimetría de los otros en forma de terrorismo suicida. Esta es la guerra que la CIA está librando ahora mismo en Waziristán y la guerra que no vemos, porque es una guerra oculta, en todos los nidos del terrorismo donde se esconde Al Qaeda.
La vida imita al arte. Los tecnólogos de las nuevas guerras se inspiran en la ficción para fabricar sus nuevos artilugios. Recordemos que después del 11S el Pentágono convocó a guionistas y directores de Hollywood para recibir consejo sobre cómo defenderse ante la imaginación terrorista. Buena parte de las nuevas tecnologías bélicas ya las conocemos incluso visualmente a través del cine de ciencia ficción. No es la única conexión con el mundo de la cultura y el entretenimiento. Los aviones sin piloto llevan una cámara en su cabezal que puede ofrecer imágenes de gran proximidad y detalle sobre el objetivo que unos instantes más tarde saltará en pedazos, así como del escenario después del impacto. Los killers profesionales que los accionan tienen una relación con el robot parecida a la que tienen quienes juegan en el ordenador o los espectadores de televisión. Son ahora combates secretos e incluso clandestinos, a veces incluso por ilegales, pero algún día estos artilugios nos transmitirán en directo el asesinato de un líder terrorista en las montañas del Yemen.
Hay que acudir urgentemente a la lectura de los artículos y del último libro del sabio en la materia, el joven investigador de Brookings Peter W. Singer, que publica estos días su libro sobre todos estos asuntos, Wired for war. pero hay otra parte de las nuevas guerras todavía menos conocida, y aún sin un sabio que sepa hacernos la síntesis: ésta es la guerra, de la que escribí el viernes pasado, todavía más subterránea e incluso innominada que se produce estrictamente en la red, mediante ataques estrictamente cibernéticos. Eso es así porque todavía no hemos experimentado una de estas guerras con bajas reales, que se producirán el día en que un ciberataque paralice de verdad un país y le deje sin suministro energético o confunda su control de las comunicaciones hasta provocar una catástrofe.
(Enlaces, con el perfil de Singer en Brookings y con la web sobre su libro)