Lluís Bassets
Vamos a seguir hablando un poco más de este libro tan interesante, elaborado a instancias del periodista del Washington Post David Ignatius, que es quien ha moderado y preparados los debates entre los dos veteranos consejeros presidenciales entre febrero y abril de 2008, cuando todavía no se conocía el nombre del nuevo presidente de Estados Unidos, pero ya se perfilaba que sería uno de los tres entonces ya destacados en la liza: Jon McCain, Hillary Clinton o Barack Obama. Intentaré regresar en otra ocasión sobre este puñado de reflexiones entre el profesor y el militar, con la ayuda del periodista, especialmente interesantes para los próximos meses, pero hoy voy a limitarme a glosar algunas más acerca de Europa, para completar un poco el apunte mínimo de ayer.
Brzezinski nos ofrece su proyecto, que fácilmente puede contar con simpatías en la nueva Administración: 1.- una Europa todavía más amplia, que "termine el negocio inacabado", concretamente con la inclusión de Turquía; 2.- una Europa más definida políticamente, que sea capaz de tomar decisiones en una gran variedad de campos, desde los socioeconómicos hasta los políticos y militares; 3.- una Europa militarmente capaz, que pueda contribuir a resolver los problemas comunes y compartir con Estados Unidos la carga de la seguridad común; y 4.- una Europa que sea un aliado capaz de maximizar la influencia compartida de europeos y norteamericanos en el mundo.
Ben Scowcroft asiente y aporta algunas ideas originales, como la del ‘cansancio europeo’ que ayer comenté. Pero es el profesor quien hace aportaciones más sistemáticas. Por ejemplo y en relación al punto 4 anterior: es imprescindible que Estados Unidos y Europa encuentren una forma eficaz de tomar decisiones en común. Es decir, deben compartir las cargas y las responsabilidades en la toma de decisiones. Esto significa: 1.- que primero Europa debe desarrollar un sistema propio de toma de decisiones, que ahora no tiene; 2.- que luego hay que contar con un sistema de toma decisiones trasatlántico; y 3.- que el que hay ahora, contemplado en la Carta Atlántica, necesita una puesta al día para los nuevos tiempos.
El capítulo donde se habla de Europa se titula ‘la relación indispensable’, que evoca inmediatamente la expresión de Madeleine Albright en la que define a Estados Unidos como la ‘nación indispensable’. Acuñada en la etapa Clinton, condujo a la idea de la superpotencia única y del ‘momento unipolar’ (ésta es del columnista neocon Charles Krauthammer). Convertir en indispensable a la relación entre Europa y Estados Unidos en vez de una de las dos partes es ya un gran progreso. Pero no debiera ser una relación exclusiva, que sirviera para dejar a ‘los otros’ fuera, porque podría conducir también a una deriva como la neocon, y a la configuración de la Alianza Atlántica como sustituto de Naciones Unidas y a la vez sistema defensivo frente a todos ‘los otros’. Ésta idea o similares se las hemos leído a Robert Kagan y a su candidato presidencial John McCain (Aznar ha defendido también una versión tosca de esta misma teoría), pero no creo que sea buena para la era de Obama que acaba de empezar.