Skip to main content
Blogs de autor

Leer a Mario en Lima

Por 22 de noviembre de 2019 Sin comentarios

Julio Ortega

 

Leyendo una novela de Mario Vargas Llosa a más de un lector le ha ocurrido que reconoce Lima, incluso el Perú, y se siente parte de un paisaje urbano, que es a la vez familiar y desmemoriado. Uno puede estar leyendo que un personaje recorre la calle Tarata del viejo Miraflores, con sus casitas de discreta intimidad, como si le siguiera los pasos al enchompado personaje. Y puede también reconocer una calle del centro viejo, y evitar ese "suelo chancroso." Pero si el lector se encuentra en la intersección llamada "Cinco esquinas" no podrá salir ya de la populosa ciudad que se cierne, siniestra. Todos los lectores de Mario hemos vuelto al jirón de la Unión para verificar que hasta los perros de la ciudad lo recorren demostrando que el Perú se ha convertido en otra novela, con perros literales en pos de su relato. Cuando uno vuelve a Lima, cree despertar en una novela de Vargas LLosa. Cómo leerlo sin dar un grito.

Hace un año, luego de las jornadas de lectura en nuestra formidable Feria del Libro de Lima, al regresar en un taxi al aeropuerto vi, con horror, que una pareja mayor de turistas chilenos lamentaba el asalto que acababa de sufirir: en cuanto salieron del taxi, el chofer partió llevándose sus maletas. Lo que más me duele, me dijo la mujer, es que se llevó los regalos peruanos para los nietos. Ese taxista, me dije, hace méritos para estar en una novela de Mario sobre el fin del mundo en Lima. El apocalipsis será limeño, pero será. Cualquier lector puede recordar o anticipar otra escena agonista porque el país mismo adelanta, no sin énfasis, su obituario.

Una vez García Márquez me dijo que Mario tenía la capacidad narrativa de nombrar plenamente: escribe, explicó, como quien levanta una pared, y la ves. Ese poder de representación comunica a su relato la presencia tangible del mundo que narra. Y cuanto más derruída está la sociedad, y más deteriorada la solidaridad, mayor es la evidencia de su apocalipsis peruano. Estas novelas nos han proveído de vecinos inciviles, pero en Cinco esquinas la ciudad misma se nos impone como una metáfora del infierno. El infierno no es tal porque hace calor sino porque es ilegible. La ciudad romana postula cuatro esquinas: la ciudad como tablero de ajedrez, que es la lección clásica de la armonía civil. La ciudad es el espacio humanizado por el diálogo. La comunicación horizontal promete ciudadanos que han vencido a la selva.

En Nueva York hubo una zona llamada "Five points" (el feroz tema de una película de Scorcese), donde las migraciones irlandesa e italiana se batían criminalmente. José Martí dijo que esas migraciones están hechas "con levadura de tigres." El Cercado de Lima más que una plaza pública fue una empalizada levantada por los fundadores y, pronto, una muralla militar. El primer muro representa a la nación dominante, el segundo al estado en armas. En "Cinco esquinas" Mario nos dice que en manos de la prensa amarilla y el poder corrupto, la ciudad de los hombres fue tragada por la selva.

Contra los multiplicados muros, que documentan la actual violencia extrema que padecen los migrantes; contra la corrupción de los jueces, el feminicidio y el sexismo; contra la conversión de la vida cotidiana en mercado de desvalores; los jóvenes, hoy chilenos, mañana peruanos, tienen, otra vez, varios muros por vencer.

 

profile avatar

Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

Obras asociadas
Close Menu