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Votar en Madrid

Por 29 de diciembre de 2015 Sin comentarios

Julio Ortega

 

Premisa

          Basta de marear la perdiz.  Basta con escuchar a la gente de a pie: el voto mayoritario ha sido en contra de todos los partidos.  Ninguno ha ganado las elecciones y todos la han perdido. En la lista del reparto electoral, los que más votos han recibido son los  más derrotados.  Salvo que la lista se ordene de modo inverso: empezando por los partidos menos votados y terminando con el que más.

 Hipótesis

         Cada vez que uno toma un taxi en cualquier ciudad española, ingresa a un tribunal de justicia, a una cabina electoral, a la memoria creciente de la impunidad. De vuelta a Madrid, nos ponen al día en el café de la esquina sobre los progresos del malestar.  Pero que justo antes de las elecciones hubiese gente incrédula del golpe que recibió el presidente Rajoy ante las cámaras de televisión, me pareció ya un exceso de poca fe.  Con la memoria del agravio no es mucho lo que se puede hacer. Salvo votar en contra. Se ha votado contra la corrupción impune. Pero no sólo  contra su escándalo sino porque nadie, desde el poder, ha tenido el coraje de confrontarla fehacientemente.

Pactos

         En español la noción de pacto carece de aura. Los pactos son acuerdos, más bien, oscuros, secretos, vergonzantes. Casi cosa de corruptos. Las alianzas son más bien de conveniencia mutua y ganancia repartida.  Es como hacer un equipo de fútbol, me dice el camarero, con jugadores del Barcelona y el Madrid, el BarMad. El ingenio amargo de los contertulios sólo se alivia con la picardía de Bárcenas y su reclamo de vacaciones. 

Tesis

            A éste posparto electoral le falta horizonte. Esto es, futuro. Cada una de las barajas posibles requiere de un perdedor. Más lamentable es que el Partido Socialista, que podría mediar en la definición de ese horizonte, tendría que hacer de chivo expiatorio. A este acuerdo de gobernabilidad le falta un marco teórico, un término de referencia, un estado de legitimidad. La Ley tendría que convocar, desde la justicia transicional, no un pacto electoral ni una alianza inmediatista sino un proceso de reformas que garanticen el estado de derecho social, la operatividad judicial contra la corrupción. Y en ese espacio de debate, acordar la reforma constitucional, que asuma las diferencias regionales. Si el país pierde las elecciones por un número dividido de votos, no se le puede imponer a las regiones que ganen por mayoría absoluta. España, históricamente, es una larga derrota electoral.  Se requiere de un marco jurídico inclusivo, digno del nuevo siglo, a favor de las ideas de renovación, más allá de la feroz austeridad, y a nombre de los más.  Por lo pronto, urge una mejor explicación.

Pausa

         En medio de la catástrofe jurídica de la corrupción habría que preguntarse por otro acuerdo post-electoral. Parece que no hay alternativa a un pacto de partidos, y es improbable acordar una figura independiente capaz de articular esta crisis de legitimidad, y armar un equipo de trabajo médico que propicie la transición del estado corrupto al estado de salud. La alternativa de otras elecciones generales, en cambio, es de pronóstico reservado. Y, al final, quizá sea más saludable que gobiernen las minorías en lugar de una mayoría absolutista.

                       

 

 

 

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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