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Taller y talleristas

Por 14 de abril de 2010 Sin comentarios

Julio Ortega

Ana Merino, poeta vivencial, estuvo la semana pasada en mi Universidad compartiendo las jornadas del quinto Congreso de Estudios Transatlánticos, esta vez dedicado a los escenarios del Futuro. Uno de ellos corre a cargo suyo, ya que acaba de sumarse al fecundo espacio de la Universidad de Iowa, donde dirige una Maestría de escritura creativa en español. Hemos descubierto que dentro de todo taller hay otro taller; y, para ilustrarlo, reúno estas versiones de mis estudiantes, que algún otro tallerista debe haber ya ensayado. Los tres primeros ejercicios parten de la fábula “Por qué las mujeres escriben mejor que los hombres,” de Ana María Shúa; los dos últimos rescriben el cuento “Carne,” de Mariana Enríquez; ambas son argentinas y formidables.
 

Olivia Singer:  Otra representación de los afectos

Hay demasiadas maneras de narrar este cuento. Podríamos empezar con una discusión sobre los hombres.  Hablemos de su imposibilidad de ver las cosas que para nosotras resultan tan obvias.  Luego, yo narraría directamente mi reacción ante la frialdad del hombre.  Es posible que entiendas algo de mi desilusión.  Pero esta vez, desde este momento, el ritual no va a funcionar. Mis labios no pueden apoyar estas ceremonias: estoy cansada de su ritmo y de este cuarto vacío. No quisiera que mis tragedias sean tan “cliché”, tan “del año pasado.” Mi deseo es que sientas esta emoción como si la hubieses vivido. Los colores brillantes regresan mortecinos. Tengo una visión de lágrimas en las que fluyes, hasta perderte.  Sin tocarla, vas a sentirla toda.

¿Piensas que es justo herir así? He llevado mucho por tanto. Pero llega el momento en que se tiene que dejar la dureza, abrir la boca. Revelar no será suficiente.  Hablar sobre las tradiciones sólo me enterraría más.  El signo más obvio de la locura es la incapacidad de reconocer su propia existencia. No quiero decir que estoy presente y consciente.  Tiemblo con el deseo de ser suficientemente sana para que veas esta presencia. Podemos hablar sobre lo que ha pasado, pero nadie verá estos sueños de reconocimiento.  Vamos a olvidar estas improbabilidades, y sacarte de la rutina a otro momento de desorientación.

Con cada palabra que escribo, recuerdo la verdad de la historia.  En realidad, no hay modo de comunicar este trozo de tiempo. Busco las conexiones y las comprensiones, pero sólo voy a tener páginas llenas de mentiras. Tú no puedes advertirlo. Estás completamente entumecido. La persistencia de esta acción, la de tratar de explicar, lleva mi vida a una irrealidad. Hay demasiadas maneras de terminar este cuento pero ninguna empieza diciendo que me has abandonado, amante.

 
Matt Doup: Otra modesta proposición

Según los expertos, incluyendo los de las Naciones Unidas y el Tribunal Internacional del Crimen, los niños son más apropiados para la guerra que los adultos. Las estadísticas no mienten: históricamente, los niños han experimentado menos bajas que los hombres en situaciones de guerra. Presentan blancos más elusivos para el enemigo, y a veces provocan la compasión del adversario. Los estudios demuestran que los niños tienen 76% más éxito en evitar las balas, y  50% menos probabilidad de detonar las minas de tierra, gracias a su peso ligero.

El humanitario Sadam Hussein afirmaba que los niños y los adolescentes son más prescindibles que los hombres en términos de su contribución intelectual a la sociedad. Hussein explicó que esta distinción es independiente de la clase, raza o etnicidad. Por eso, según él, los niños son los candidatos naturales cuando se trata de seleccionar gente como refuerzo humano.

Los niños pequeñitos, se arguye, son los mejores guerrilleros por su curiosidad inherente y su completa ignorancia del peligro. Esta combinación de calidades les hace luchadores temerarios.  Si el enemigo tuviese corazón para matarlos, los convertiría en fuerzas inmortales a los ojos de la comunidad internacional. 

Tiene sentido la visión de nuestro gobierno de mandar exclusivamente niños a la guerra y otros actos de violencia. El presupuesto de la defensa nacional (y el endeudamiento) se reducirá considerablemente. El gobierno ya no requerirá gastar dinero en armas, porque los niños no sabrían cómo operarlas ni tendrían la fuerza para llevarlas.

En fin, que un niño es detector de bombas o bomba humana, lo que se requiera. Los hombres, simplemente, no compiten con su valor y versatilidad guerrera.
 

Michelle Levinson: Las mujeres controlan el mundo

Además de las razones obvias de inteligencia superior, gentileza, y gran capacidad de tomar decisiones difíciles, la evidencia científica prueba que las mujeres deben controlar el mundo. Estudios recientes han demostrado las correlaciones entre cocinar y la facultad de elegir la mejor opción.

La paciencia, que es esencial para esperar que hierva el agua, también asegura que las decisiones son hechas con suficiente reflexión. Aunque es común querer decidir a prisa, es peligroso no tener todas las opciones en consideración. Los hombres ocupan su tiempo en mirar carreras de autos y prefieren orinar en el  matorral en vez de buscar el baño. No tienen experiencia en esperar y tienden a decisiones apresuradas. En cuanto a los problemas más complejos del mundo, como las relaciones de seguridad y la guerra, esta paciencia es crítica para asegurar que los malos entendidos no terminen en crisis violentas. 

Los hombres son bastante débiles en este arte porque sólo pueden enfocar su atención en un problema a la vez. Esta debilidad viene de una predisposición peculiar que se manifiesta entre el cuarto y el séptimo año de vida: la obsesión singular. Aunque es aceptable que un chiquito se obsesione con los trenes, la construcción o los dinosaurios, esa predisposición tiene serias consecuencias. Los especialistas en desarrollo juvenil todavía buscan un remedio para esta tendencia. Hasta que lo encuentren, será mejor dejar las decisiones multifacéticas para las mujeres, quienes pueden considerar todos los aspectos con mayor facilidad. Problemas complejos como el cambio medioambiental y la distribución mundial de recursos económicos tienen demasiados lados para que los hombres los entiendan.

Mientras aprenden, será mejor para todos que las mujeres controlen el mundo.

 
Jennifer Glass : Email en cadena

Dos chicas que pronto cumplirán dieciocho años se liberan de padres y médicos para tocar las canciones de “Carne” en sótanos y garajes. Las fans esperaban, las uñas pintadas de negro y los labios manchados de vino tinto, el mensaje que les daría la fecha y el lugar de la Segunda Venida, el mapa de una tierra prohibida. Y escuchaban la última canción de “Carne” (donde Espina susurraba: “Si tenés hambre, comé de mi cuerpo/ Si tenés sed, bebé de mis ojos”), soñando con el futuro.

CHICAS! Si eres una verdadera Espinática, reenvía este email a todas las otras fans.

Quizás hayas escuchado ciertos rumores circulando…¡no son mentiras! Dos chicas han verdaderamente consumido la música y el mensaje de Espina, y tú también podrás hacerlo. Llega el momento de liberarnos de los que no nos entienden. Los críticos, los profesores, hasta nuestras familias temen la venida del futuro. El futuro es Espina. ¡Viva Argenespina!

Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne. Juan 6:51.

Reorganiza las letras:

SANTIAGO ESPINA à IS PAN, I EAT A SONG

AVISO: Si te crees fan y no reenvías este email a todos los demás, ¡te arrepentirás!

 
Colleen McDonald:  Otro suicidio en Barcelona

P-¿Un espejo, dijiste? ¿Y que viste en ese espejo?

A-Había un gran espejo, y poca luz. Vi mi propia imagen y, detrás, la de mi madre, y en sus manos dos píldoras. Pienso que de colores diferentes- azul y rojo, o algo así. Al tomar una moriría en veinticuatro horas, y mi cuerpo sería enterrado. Si tomaba la otra, moriría en pocas horas y mi cuerpo sería incinerado. Traté de adaptarme a esa realidad. Lo romántico de todo ello, la belleza halagüeña de la muerte, pero…

P-¿Y qué pasó?

A-Nadie me contestó. Mamá me dijo que tuve que morir, que estaba bien, que ella estaba bien, que no me preocupara.

P-¿Puedes seguir, Ana? No hay nada que no me puedas decir.

A- No tengo un alma, no tengo un dios. Tengo sólo esta fealdad de mi cuerpo, que es todo lo que soy. No podría hacer nada más,  nunca más la vería. Sería mi fin. ¿Y cuál escoger? ¿El fuego, o la desintegración?  Le dije que no, no tragaría ninguna de sus medicinas.

P-Veo que estás agotada. Llamaré a la enfermera, para que te lleve a tu cama.

N-Noticia especial: una monja joven muere de inanición. Mientras que sus superiores hablan de la enormidad de su devoción, sus padres, separados, amenazan con demandar al convento. “Es claro, dijo el padre a la prensa, que mi Ana sufría de una gran negligencia por parte de sus superiores.” Pero los doctores tienen una historia diferente.

P- Días antes de su muerte, Ana insistió en que podía vivir con el cuerpo de Dios y nada más; que se sentía bien. Pero, con casos de esta magnitud, la posibilidad de una recuperación es pequeña. Cuando Ana me dijo que la hostia era sucia, supe que la perderíamos en poco tiempo.

N-¿Una mártir o una víctima? El debate sigue.

 

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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