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Cuarenta años de Terra Nostra

Por 26 de mayo de 2015 Sin comentarios

Julio Ortega

 

Una novela hospitalaria

 

¿Cuáles son las virtudes que tiene Terra nostra para ayudarnos a entender quiénes somos en el México actual en el contexto hispanoamericano?

 

Esta novela es un curso universitario completo. Todos los mexicanos deberían leerla y obtener un titulo de licenciatura en mexicanidad moderna, crítica y celebratoria. Nos dice que México está hecho de grandes tradiciones: en primer lugar, la nacional, que es un archivo de la cultura de la Mezcla. Lo más moderno, lo sabemos desde Cervantes, es la mezcla de saberes, versiones y lenguajes. Lo que pretende ser castizo, incontaminado y meramente europeo es tradicional, patológico y cursi. Y segundo, la tradición atlántica, el México sin fronteras, hecho también de su memoria liberal, su gesta revolucionaria, y la diferencia que hace en el mundo.  No es casual que la violencia se haya dirigido contra los campesinos, los estudiantes, las mujeres, y ahora los maestros. Terra nostra apuesta por las sumas atlánticas, por un horizonte hecho desde la literatura y por una tierra hospitalaria.

 

Terra nostra no es una obra sencilla ¿por qué decirle a los mexicanos, de cualquier edad, que hay que leerla?, ¿qué obtendrán?

 

Esta novela celebra con gusto y pasión su conversión de la historia en relato, con lo cual nos demuestra que nuestra identidad ya no es racial, social o política, sino que es cultural, porque está hecha por la literatura, las artes,  el cine, la cultura popular, que abren un espacio de mayor libertad, forjado por la versión mexicana de lo moderno. Terra nostra se lee hoy mejor que nunca. Es más actual, más fraterna y necesaria para remontar este destiempo mexicano . Fuentes representó siempre la libertad de la literatura frente a las pestes de la política autoritaria, el clientelismo y la banalidad del poder. Esa independencia de su obra, de su voluntad transfronteriza y de su capacidad de invención, supuso en él un ejercicio de la libertad estética. Su narrativa forma parte del trabajo cultural por hacer de la literatura un modelo creativo de la modernidad latinoamericana. Esta novela es un territorio de salud cultural, postula un futuro, sobre las ruinas, bienvenido. En eso Fuentes es heredero de Alfonso Reyes, porque creyó que México y América Latina son la promesa de un mundo inclusivo.

 

La novela más radical

 

En Terra nostra los personajes no se explican por su pasado, se explican por su proyecto futuro, pues se están rehaciendo permanentemente, vienen de la historia, del mito, de la memoria, y se construyen como una hipótesis del devenir .

 

Cuarenta años después resulta más útil ahora. Hoy cualquier sujeto es un agente cultural construido por  la cultura literaria, la artística y la  popular, tanto como por la tecnología, los medios sociales y la información. Esta novela es también una Nube virtual, que incluye todas las novelas en su sistema de sintonías  abiertas, que nos libera de las genealogías de la tradición carcelaria.

 

Pedro Páramo se explicaba por la función del padre; Juan Preciado debe morir para saber quién es.  Octavio Paz dijo que somos hijos de una violación, de la conquista española, que nos define desde el trauma y nos condena a la soledad.  El primer libro que excede esos mitos, que explicaban al sujeto por su pasado, es Terra nostra.

 

Algún chico listo debería subir Terra Nostra a Internet, pues es un “hipertexto.” Carlos Monsiváis dijo que se requería una beca para leerla, pero hoy bastaría con una aplicación, con un programa para navegarla.

 

“Increíble el primer animal que soñó con otro animal. Monstruoso el primer vertebrado que logró incorporarse sobre dos pies y así esparció el terror entre las bestias normales que aun se arrastraban, con alegre y natural cercanía, por el fango creador.”  En este comienzo de la novela advertimos que el “yo” se descubre en el espejo del “tú.” Y es gracias a esa imagen (desencadenada en el sueño como la distinción final de lo humano) que el hombre se hace sujeto, quien a su vez se hace lector. El horizonte del futuro será suyo, gracias al sueño y el lenguaje.

 

Hipertexto y geotextualidad

 

¿De qué manera se leyó Terra nostra hace 40 años cuando se publicó?

 

Como una Summa teleológica. Como una desaforada "imagen del mundo". Gracias a ella, nos seguimos graduando en nuestra mayoría de edad de lectores, en nuestra capacidad creativa para hacer más legible la resta de humanidad que la violencia, la política y la competencia nos han impuesto, hoy día, desde la conversión feroz de la vida cotidiana en mercado. Fuentes, más bien, cree que desde la plaza pública, desde el foro, el lenguaje nos permite reconstruirlo todo de nuevo.

  

Usted ha dicho que Terra nostra es la novela mayor de Fuentes…

 

La narrativa de Fuentes se debe a nuestra lectura. Unas novelas sintonizan con unos momentos históricos y otras con otras demandas y expectativas. Son relatos que afincan en la experiencia viva del decurso histórico, y hoy día, en este momento mexicano de restas y menoscabo, Terra nostra adquiere una actualidad más viva, como si se escribiera en el decurso de nuestra lectura. Fuentes dio siempre lecciones de futuridad en sus libros, y éste tiene una vivacidad urgente, se debe a una encrucijada de la experiencia hispánica, que se decide entre opciones, por un lado, autoritarias y reaccionarias y, por otro lado, radicalmente democráticas,  que se deben a un renovado proyecto de reconstrucciones. Esa articulación de pasado y futuro, de historia y utopía, solo es posible en el relato, en las actas de la tribu que es Terra nostra, reescritura de la historia y programa de sumas felices. Esta novela es una saga del optimismo en la creatividad popular y el arte de recordar, entre la tradición humanista y la fraternidad herida.

 

Una novela en la que Carlos Fuentes apostó por reformular la historia a través de la novela, ¿de qué manera lo logró?

 

Haciendo de la historia ficción y de la literatura hospitalidad. La suma de orillas, de orígenes y destinos que esta novela postula es una verdadera casa del lenguaje, donde recuperamos nuestro lugar más creativo. Fuentes logró esa suma inclusivamente, construyendo no una pirámide de los sacrificios sino un habitat donde la celebración de lo que somos y la afirmación de lo que podemos ser postulan un lenguaje de reconocimiento y acogida. Es una novela donde la inteligencia de los afectos nos propone acordar y construir.

 

¿Cómo adentrarse en su lectura?

 

No estamos acostumbrados a las demandas de una novela enciclopédica, que nos convoca a convertir al tú en la medida del yo, y que nos exige trabajos de lectura para los que no hemos sido educados. Por eso, postula una tribu de lectores utópicos, capaces de creer que una novela puede ser un mapa de mundo por hacerse. No está sola. En su constelación rotan la rebeldía contrahegemónica de Juan Goytisolo; la épica del ego desamparado,  que se busca a sí mismo en el espejismo de las novelas de Javier Marías; la creatividad de una saga heterodoxa que alienta la rebeldía de los libros de Julián Ríos; la arquitectura barroca que levantan las novelas de Edgardo Rodriguez Juliá en su trópico melancólico; las voces alucinatorias de las mujeres aferradas al hilo del lenguaje en las sagas de Diamela Eltit; la vitalidad de Manuel Vilas, que reescribe la biografía del sujeto en batalla contra la lengua autoritaria que hemos heredado; el apocalipsis celebratorio de Juan Francisco Ferré en sus narraciones de  humor lúcido y eros lucido; la inteligencia que Agustín Fernández Mallo urde en sus fábulas desde el futuro del relato;  la rebelión contra el lector patriarcal (obsceno y feroz) que alimenta Marina Perezagua, cuyos cuentos se niegan a reconstruir el cuerpo dispersado del héroe en español.

 

Novela enciclopédica, pero al mismo tiempo una de las obras más ambiciosas de Carlos Fuentes, ¿cómo definir la vigencia de Terra nostra?
 
 

 

Hay que leerla a sorbos, despacio y con paciencia alerta. Poco a poco, la novela nos va ganando con su energía creadora, su prosa límpida y dialogante, sus historias circulares que se ceden la palabra como un teatro de la memoria. Pronto, nos gana el placer de su registro, la lucidez de su capacidad de sumar, la transparencia de su diálogo humanista. Nos damos cuenta de que somos parte de la novela, no solo como lectores sino como los hablantes sucesivos que nos devuelven al mundo terrestre como si fuera nuestro.
 
 

¿Qué les dice a las nuevas generaciones de lectores?

 

Les dice: no pudimos.  Pero releer es hacer, imaginar otra hechura, rearticular lo real no solo como pesadilla heredada sino como sueño por hacerse. Por eso, en este siglo Terra nostra es un manual de definirnos entre sus espejos desenterrados.

 

Hacia una edición depurada

 

Esta es una novela que no hace mucho  aprendimos a leer. Cuando apareció (1975) los lectores no estábamos preparados para subir esa pirámide.

 

Es la novela más joven de Carlos Fuentes porque está escrita para el lector del futuro. No es Pedro Páramo donde todos están muertos ni La muerte de Artemio Cruz , donde todos son corruptos, sino el devenir de una historia donde todos podemos ser, felizmente, creativos. Es decir, lectores libres.

 

Esta novela dialoga con nuestra gran tradición humanista. Desde  La Celestina y El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha hasta el Ulises  y las grandes novelas del “boom” de la narrativa latinoamericana. Cuando la escribió estaba en boga la ambición de la novela total –idea cultivada por Proust, Thomas Mann y James Joyce– como una forma que cristaliza la lectura de una época. Así que es una novela de gran ambición narrativa y de un gran optimismo en el lector. Proust imaginó un lector que despierta muy temprano; Joyce, en Finnegans Wake (la más próxima a Terra nostra), a un lector favorecido por el insomnio, como dijo Eco. Joyce llegó a sospechar que la segunda gran guerra se declaró para interrumpir la lectura de su novela.

 


Fuentes nunca escribió dos novelas iguales. Usualmente, cuando un novelista encuentra un estilo y se beneficia de una visión del mundo, continúa reescribiendo a partir de ese estilo. Y el ejemplo más claro fue la publicación de Aura y La muerte de Artemio Cruz el mismo año de 1962, ya que se trata de dos relatos disímiles, se diría escritos por dos autores distintos.

  

En suma, hoy tenemos la posibilidad de hacer una lectura más fresca y creativa de esta obra monumental, donde se distingue su lenguaje vívido, intenso, reverberante y poético, que discurre en varias direcciones y llega a formar una pirámide azteco-española, un edificio de laberintos que hace de la lectura una geotextualidad.

 

La edición depurada de Terra nostra que he preparado con Ana González Tornero para la serie de Obras reunidas de Fuentes en el Fondo de Cultura Económica, corrige unas 250 erratas, incluye notas aclaratorias, y ensayos introductorios.

 

 Una novela para el 21

 

 ¿Qué es la libertad del sujeto? Lo que puede decir y hacer con el lenguaje.

 

Quienes reapropiaron la noción de "terra nostra" fueron los mestizos americanos, en un acto de rebelión contra los colonizadores españoles. No hay que olvidar que las lenguas originarias incorporaron al castellano gracias a su sintaxis aglutinante,  y tuvieron, muchas veces, una relación íntima con la lengua colonial.

  

Fuentes postula que el yo sólo puede hacerse con el lenguaje. No tiene una identidad permanente y está creando siempre horizontes de futuro. Ese futuro empieza en la caja de herramientas que es el lenguaje.

 

Los mestizos solían decir, para alarma de las autoridades coloniales, que ellos eran doblemente dueños de la tierra americana: primero, porque la habían heredado de sus madres; segundo, porque la habían ganado con sus padres españoles. En esa versión irónica de la experiencia colonial, se advierte ya que la lengua americana  es una metáfora de reapropiaciones. Y que el lenguaje será la ruta de abrir el horizonte, de hacer lugar.

 

Pero la tierra es también nuestra, de cada lector, porque la novela es un territorio de la lengua. Y en la novela, como en la lucidez ganada por un sueño, el yo es constituido por el tú, entre el lector y el autor, entre el narrador y los hijos del habla, entre el Quijote y Cien años de soledad, entre la Celestina y Buñuel, entre Joyce y Juan Goytisolo, entre la cultura popular española y la cultura carnavalesca latinoamericana.

  

Lo que busca Terra nostra es crear un nuevo lector. Y esa poética funciona mejor en este siglo de lecturas menos genealógicas y más dialógicas, menos nacionales y más trasatlánticas.  Es una novela que no ha terminado de leerse porque empieza a ser leída cada vez mejor.

 

 

Respuestas a Yanet Aguilar Sosa (El Universal), Juan Carlos Talavera, (Excelsior), Jesús Alejo Santiago (Milenio), Silvia Isabel Gámez (Reforma).

 
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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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