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Bio grafías del ensayo

Por 23 de enero de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Julio Ortega

 Francine Prose y la lectura

 

Narradora bien conocida y analista de la dimensión bio-gráfica de la lectura, Francine Prose (New York, 1947) acaba de contar su experiencia de leer Cien años de soledad.  Todo lector tiene algo que decir sobre su primera lectura de la novela de García Márquez, la que suele producir casi una redefinición geo-gráfica que  forma parte de la historia de la lectura en español. Nos había ocurrido otro tanto con las primeras lecturas de Don Quijote y de los cuentos de Borges. El NYT Book Review le ha preguntado a Francine Prose: “¿Qué libro es el que ha tenido mayor impacto en Ud.? ¿Qué libro la hizo querer escribir?” Y responde ella: "Cien años de soledad me convenció de que debía dejar los estudios del doctorado en Harvard. Esa novela me recordó todo lo que mi programa doctoral estaba tratando de hacerme olvidar. Gracias, Gabriel García Márquez.“ En su lbro Reading like a writer (2006), una guía inspirada para leer mejor, que es el único método seguro de aprender a escribir, recomendaba Francince Prose una biblioteca bajo el perentorio título de “Libros que hay que leer inmediatamente.” En primer lugar, está el Quijote.  Luego, Pedro Páramo de Juan Rulfo. Y por fin, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera.  Hoy el éxito popular de la novela de GM  en Estados Unidos es un fenómeno cultural, y Cien años de soledad se lee en la escuela secundaria como un rito de pasaje a la Universidad. Menos evidente es el éxito de El amor en los tiempos del cólera entre los escritores norteamericanos. Me sorprendió mucho que John Hawkes, quien adoraba la novela picaresca, fuera vencido por El amor en los tiempos del cólera, al punto no sólo de gustarle más que Cien años de soledad,  sino de hacerlo llorar. Si Francine Prose abandonó Harvard después de leer al Gabo, Jack no pudo soportar la muerte del doctor Urbino y cerró la novela. La retomó después, adolorido. Me preguntó, excusándose, si ese episodio no era, en español, demasiado cruel. ¡Pero Jack, respondí, si la novela en español, desde la picaresca, es una paliza! Me pidió recomendarle otra novela latinoamericana. Le sugerí El obsceno pájaro de la noche de José Donoso. Le gustó tanto que la declaró la mejor novela latinoamericana. Cuando murió ( yo estaba en México ese día de mayo del 98) Hawkes se encontraba escribiendo su primera novela mexicana: la historia de una niña novicia en un convento de Cuernavaca.  

 

Video-ensayo de Hito Steyerl

 

No sé si tú, lector, has tenido que decidir entre Benjamin y Adorno, pero yo debo confesar que cuando me tocó hacerlo no dudé: la crítica que Adorno le dedica a la idea del “montaje” que Benjamin expone como la forma artistica de exceder los meros contextos, me resultó no sólo empiricista sino inamistosa.  Tampoco me parece justo que en su artículo sobre el ensayo Adorno incluya a Benjamin entre ensayistas más bien sociológicos y sostenga que el ensayo se dedica a lo acontecido, cuando es más interesante que para Benjamin el ensayo fuese una interpretación estética que fragmenta lo nuevo para ver lo moderno con-figurándose. Leer los signos de la historia haciéndose en la urbe es la nueva articulación (caleidoscópica) de la mercancía, el consumo y las artes.  En el Art Institute de Chicago pude por fin visitar la extraordinaria exhibición de Hito Steyerl (Alemania, 1966),  cuya práctica de “video-ensayo”, basada precisamente en el montaje, se desarrolla como una serie de secuencias interpoladas, en un despliegue de imágenes, videos, entrevistas, testimonios, y una teoría de esa misma praxis. “Focus” llama ella a esta escenificación entre paneles que sugieren una cámara oscura, y que empieza desplegando la idea de lo gris.  Un video muestra como pintar el gris: raspando en la superficie de un muro blanco aparece una materia grisácea. Lo gris remite, claro, a Goethe: gris es toda teoría, etc.  Hegel, por su parte, había dicho que cuando la filosofia pinta su propia grisura, una forma de vida ha envejecido.  Los filósofos Nina Power y Peter Osborn especulan, en el video, sobre  la “dialéctica negativa” de Adorno, que no postula la negatividad de lo no existente, sino el potencial creativo de lo que aún no existe. Lo gris es, finalmente, el recomienzo de lo utópico.  Este no- color del color, contiene, de hecho, la posibilidad de todo color.  Lisa Dorin, la curadora de esta exposición, describe tanto el proceso del montaje como sus elementos focalizados en cada emblema de este ensayo visual.  Si el gris es el único color que te obliga a focalizar, el arte, y el pensamiento crítico se generan desde tu negatividad.

 

Esta serie de secuencias tiene como eje el episodio que sufrió Adorno en la que iba a ser su última conferencia, en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt, el 22 de abril de 1969.  El filósofo iba a empezar su charla cuando tres de las estudiantes caminaron hacia el podium con los torsos desnudos, y empezaron a danzar en torno suyo.  El evento, silencioso pero desafiante, se conoce como el “Busenattenttat” o “Breast attack” (ataque de tetas).  La filmación muestra a un Adorno de pronto dudoso y rígido, que sin saber qué hacer busca sus papeles, los mete en su maletín y abandona la sala, más gris que nunca.  Según Power, Adorno no pudo entender la función no sexual  ni maternal de unas tetas que eran, más bien, beligerantes o militantes.  Tomó, parece, como una ofensa a su magisterio un acto silencioso y pacífico cuyo significado no quería ser evidente. Había sido uno de los inspiradores del movimiento juvenil de protesta radical de entonces, pero la protesta silenciosa de sus alumnas lo excedió.  Murió pocos meses después. Este “video-ensayo” incluye varias otras focalizaciones, como “Territorios Mezclados”, donde se ilustra otro orden de información crítica: cuando la unificación alemana, las armas del ejército del Este fueron vendidas a los turcos, que las usaron contra los kurdos.  De esas contracorrientes de la información se hace este ensayo sobre la teoría y la práctica de ver más y mejor, no en la mera oposición del gris y el color sino en su trama política: en la invención diaria de la visión crítica de un tiempo que ha dejado de ser nuestro.

 

Ensayo hablado del intelectual público

 

Pensar el siglo XX  (Taurus), de los historiadores Tony Judt y Thimothy Snyder, fue elegido por los críticos de Babelia como el mejor libro del año 2012.  Esa lectura resulta, de por si, intrigante; más allá de los méritos de un libro que, dramáticamente, es su testamento. Judt estaba paralizado por un desorden neurodegenerativo fatal, y en este “libro hablado”, compuesto con su joven colaborador, hace un juicio sumario del siglo veinte, en buena medida a partir de pensadores europeos. Bien conocido por sus ardorosos artículos en el New York Review of Books y por su obra magistral, Postwar: A History of Europe Since 1945 (2005), Judt incluye en Pensar el siglo XX páginas de otros libros suyos, sobre su historia formativa, y vuelve a sus elogios y sanciones de las figuras claves del XX. Es fascinante la figura de un historiador que fue más bien un académico, convertido por Nueva York, según dijo, en intelectual público. La mejor reseña de este libro se debe al  profesor Robert Westbrook, y está en Bookforum (dic-ene 2012). Judt tuvo el valor de hacerse anticonvencional no sólo por sus matrimonios con tres de sus estudiantes graduadas, sino por sus opiniones desafiantes, empezando por su crítica de Israel (el Holocausto, dice, será devaluado por el mal comportamiento de Israel), y terminando con su puesta en duda de las reglas contra el acoso sexual. Sus blancos favoritos fueron Frederic Hayek, Sartre y Ernest Junger; sus héroes son Keynes, Camus y Koestler. Su apasionada postura anti ideológica alcanza también al actual neoliberalismo y su prédica del mercado ubicuo. Creía que la social democracia requería de un estado capaz de propiciar la responsabilidad compartida. La democracia, dice, no es ni necesaria ni suficiente condición para la sociedad abierta porque, “la vasta mayoría de los seres humanos no están hoy capacitados para proteger sus propios intereses.”  A pesar de ese ingenio amargo, se sumó a la idea de un “pluralismo ético,” que seguramente se remonta a la noción de Weber de una “ética de la responsabilidad,” aunque Judt parecía creer en la condición proteica de la idea del Bien.  Un libro, en fin, provocador por un ensayista ferozmente independiente, libre incluso de sus propias convicciones. 

 

Vale la pena, a quien le interese más la historia que los historiadores, cotejar esta evaluación del siglo con otro ensayo, más filósofico y no menos ideo-gráfico, El siglo, de Alain Badiou, publicado el 2005 y traducido al inglés en 2007. Su tesis es más elegante: las evaluaciones del siglo XX, ya sean conservadoras o liberales, buscan desaparecer el siglo XX. La “victoria de la Economía”, nos dice, pretende borrar la crítica y la creatividad de las grandes rupturas y subversiones del siglo. Quizá el éxito en español del testamento de Judt tenga que ver con la actual interrogante no sobre el debatido lugar de Europa en España sino sobre la suerte de España en esta Europa.

 

Alarma por los pueblos originales

 

¿Cómo no escuchar la alarma que nuevamente recorre el precario habitat de las poblaciones originales de las Américas?  La violencia, acoso y marginación que vive el pueblo Mapuche en Chile es del todo ilegible, salvo que uno lea la historia desde el modo de producción dominante, en este caso, la forma del latifundio a costa de la propiedad comunal. La reciente tragedia de una pareja de propietarios asesinada, es un caso condenable y policial; pero se utiliza como otro dictamen oficioso contra los mapuches, cuya exacerbada disputa con esa familia era antigua. La irresolución del drama, a costa de esa nación acorralada, amenaza con propagar la violencia. Sólo los nacionalistas creen que hay una sola nación en un país donde la violencia demuestra que hay varias. Y es lamentable que sean los gobiernos democráticos los que sumen más víctimas. No es demasiado distinto el estado de emergencia indígena en Perú, donde las comunidades protestan, a veces con violencia, la contaminación de sus aguas por las empresas mineras.  Este es un drama que vivió Estados Unidos en el siglo XIX. Lo solucionó desplazando a las tribus de sus tierras, como ya lo había hecho al comienzo de las colonias, cuando fueron desplazadas de las tierras donde el tabaco equivalía al oro de América hispánica. Hoy, en Estados Unidos, no se podría hace otro tanto, pero hay una mecánica paralela: si una real reforma migratoria no se hace efectiva con este gobierno de Obama, seguiremos teniendo padres desplazados de sus hijos, acusados de migrantes “ilegales.” Pero la irresolución del drama ecológico peruano (que algunas empresas extranjeras ofrecen reparar desviando sus residuos) se posterga agónicamente. Y la violencia se cierne, azuzada por una prensa extremista, políticamente suicida.  

 

 

 

 

 

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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