Juan Pablo Meneses
Desde que partió oficialmente, en febrero de 2009, la Escuela Móvil de Periodismo Portátil tuvo una idea simple: promover la escritura de historias desde cualquier lado y para todos los sitios. Las clases serían online, los alumnos podrían estar viajando, el profesor se iría conectando desde diferentes ciudades. Al poco tiempo, los trabajos de los talleristas comenzaron a ser publicados en diferentes medios, de distintos países. La escritura como construcción itinerante. El proyecto portátil como una escuela de autor, independiente y autofinanciada, sin alumnos permanentes ni lugar físico para su funcionamiento, generando constantemente nuevos textos de nuevas voces.
La Escuela Móvil de Periodismo Portátil entra en una maleta. Pero también cabe en un Smartphone. Y se suma, como categoría de subsistencia, en otro componente para el principal objetivo del cronista portátil: poder sobrevivir escribiendo historias.
Desde un comienzo la Escuela Móvil de Periodismo Portátil tuvo como norte la realidad. Si los poetas y novelistas sueñan la libertad mientras se secan en un despacho público o se gastan armando conspiraciones de burocracia cultural, acá el plan sería concretar la aspiración máxima de los viajes y la escritura. Ficción versus no ficción. Llevar la retórica académica a la práctica itinerante. Aterrizar los ensayos viajeros a la poética de la realidad portátil.
O al menos intentarlo. Y en eso ya van 3 años.