Juan Pablo Meneses
En las últimas semanas se ha puesto de moda, especialmente en Argentina, la idea de que el fútbol está muriendo. El poder gigante de las barras, los millonarios manejos extradeportivos y las decisiones futbolísticas en manos de políticos y empresarios y anunciantes, serían los culpables de esta agonía. ¿El fútbol está muriendo? ¡Pamplinas! El fútbol murió hace rato y lo que vemos ahora es el postfútbol.
El postfútbol es un deporte financiero, tan apasionante y con tanta adrenalina como el viejo balompié, donde un buen contrato se celebra más que un gol y los millones vuelan sobre los estadios como el nuevo papel picado. Una de las últimas grandes novedades postfutbolísticas llega desde Brasil. Según una publicación del diario Estado de Sao Paulo, la federación brasileña vendió en una cifra récord un paquete con varios amistosos de la verdeamarela alrededor del planeta. Pero el negocio, redondo igual que la antigua pelota, tiene un par de cláusulas. El equipo debe jugar siempre con titulares, de lo contrario se los multa. Y no sólo eso, la empresa que pagó los derechos (se llama ISE y es parte del Dallah Al Baraka, uno de los dos mayores grupos económicos de Medio Oriente), puede vetar jugadores.
¿Es esto normal? En el PostFútbol sí. ¿Nadie se sorprende de estos negocios de las federaciones? En el PostFútbol no.
Según la investigación del periodista Jamil Chade, corresponsal del diario Estado en Ginebra, el Grupo Dallah Al Baraka tiene casi 40 mil empleados en todo el mundo. Sin embargo, la empresa ISE (dueña de los derechos de la selección de Brasil) tiene su dirección en las Islas Gran Caimán y en esa oficina no trabaja nadie. Ni siquiera hay un teléfono, ni escritorios, ni puertas, ni ventanas.
Uno no hace ciencia ficción si imagina a un ejecutivo árabe, en alguna oficina de Medio Oriente, mirando la lista de convocados por Brasil. Revisa los nombres con detalle, viendo a qué jugador va a borrar. Dunga, el entrenador de los penta campeones, convertido en una suerte de excusa perfecta para el buen final de un negocio. Y el empresario de Medio Oriente cumpliendo su papel del omnipresente Gran Hermano, que pone o saca jugadores que más tarde entrarán a la cancha. A ese campo deportivo donde más tarde, y con público fanático y transmisión televisiva planetaria, los atletas harán como que juegan ese viejo deporte iniciado en Inglaterra y que se llamó fútbol.