El PostFútbol: Suárez, el último canalla
Mientras escribo esto Luis Suárez está arriba de un avión, sin el plantel, volando en solitario hacia Montevideo. Un grupo de uruguayos ha convocado, vía redes sociales, a una concentración para recibir a su héroe expulsado del mundial. Pepe Mujica está entre ellos. Se espera a un salvador del equipo que hace dos días mordía un hombro y hoy muerde el polvo.
Atacar a Luis Suárez es tan fácil como defenderlo.
Los que están en contra del jugador uruguayo, suspendido por masticar un defensa italiano en plena jugada, despliegan un abanico de argumentos bien-pensantes donde uno se tropieza con palabras como honor, moral, juego limpio. Analizar desde un sillón frente al HD a un jugador de fútbol (o, en su versión más extrema, a un delantero uruguayo en un mundial en Brasil) suele convertirnos en la más inconsecuente versión de nosotros mismos. En las últimas horas se ha visto lo peor de la corrección objetiva en los juicios contra el 9 de la Celeste.
Los que están a favor de Luisito claman desde la exaltación. Para ellos, la mandíbula del atacante tuvo el protagonismo de una gesta heroica nacional. Una acción revolucionaria contra el poder, contra la FIFA y contra las cámaras de televisión que permiten esos golpes bajos con delay llamados "sanciones por oficio".
Obligado a elegir uno de ambos exabruptos, prefiero el segundo. No sólo porque cuando la FIFA anuncia una medida ejemplificadora, uno instintivamente se lleva las manos a los bolsillos. Ni por la propia historia de Suárez: un niño futbolista pobre, de un barrio pobre de Montevideo, que estacionaba autos para comer y que se dormía con los dientes apretados esperando poder triturar la fama, o al menos un bife. Básicamente, hay que absolverlo, porque se trata de un futbolista de otra época inserto -por un accidente del tiempo- en el Mundial de hoy.
¿Cómo explicarle a Luis Suárez que ahora todo se graba y se repite en cámara lenta y súper lenta y ultra lenta? ¿O que las burlas y quejas por las redes sociales pueden influir en una sanción? ¿Cómo hacerlo entender que tapar un gol con sus manos, como en el Mundial de Sudáfrica, o morder a un defensa que te pegó todo el partido, ya no son de esas triquiñuelas barriobajeras que se quedan dentro de la cancha? ¿Cómo explicar que la picardía se quedó en la Copa Libertadores de los ochentas y que ahora el truco para engañar está en la corrección? ¿Cómo hacerle ver que, aunque mordió toda su carrera y la garra charrúa se defiende con todo, ahora se equivocó?
Es probable que Luis Suarez nunca lo entienda, y que en el avión se siga preguntando por qué lo persiguen. Ahí está su consecuencia: el último canalla decidió que no se dejará vencer por el PostFútbol.
Columna "El PostFútbol" publicada en el diario hoyxhoy