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Netanyahu

Por 16 de junio de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

José Saramago

Habló simplemente porque no podía continuar callado. Colocado contra la pared por el presidente de Estados Unidos, el primer ministro israelí se avino, por fin, a admitir la creación de un Estado palestino. No llegó más lejos. O sí, exigió que ese futuro Estado (¿lo habrá alguna vez?) no tenga ejército y que su espacio aéreo sea controlado por Israel. Es decir, nuevas formas de mantener a los palestinos en la situación de minoría política a la que la opresión judía los forzó a vivir. Sin embargo, el otro punto esencial de la posición de Barack Obama, el de los asentamientos y de los colonos, no le mereció a Netanyahu ni una palabra. Ora bien, todo el mundo sabe que Cisjordania, en teoría espacio ?nacional? del pueblo palestino, está cubierto de asentamientos, unos ?legales? (o sea, autorizados y construidos por el gobierno de Tel-Aviv), otros ?ilegales? (ésos a los que el mismo gobierno les hace la vista gorda). En el total son más de 200 asentamientos y en ellos viven medio millón de colonos, que hoy, a todas luces, se presentan como el mayor obstáculo para la paz, además de para el reconocimiento del derecho de los palestinos a tener un Estado independiente y viable. Ya lo dijo antes nada menos que Bush padre cuando hizo ver a Israel que querer hablar al mismo tiempo de paz y asentamientos era una contradicción insalvable. De esto parecía ser consciente el ex-primero ministro Ehud Olmert que en declaraciones al jornal Haaretz en Noviembre de 1907 dijo que si no se llegase rápidamente a una solución con dos Estados, ?el Estado de Israel estaría acabado?. No hizo nada para que la cuestión se resolviera, pero las palabras ahí quedan. Ellas ayudan a comprender hasta donde los colonos siempre han sido la espada de Damocles suspendida sobre los gobiernos israelíes y ahora, con más razones, sobre la cabeza de Netanayhau. Creo que Israel vive bajo el miedo de tener que volver a la diáspora, a la dispersión por el mundo que parece ser su destino. A mí no me alegra nada, pero habría que ver qué pasaba si los judíos de Israel tuvieran los gobiernos de que la paz necesita. Denle las vueltas que quieran, la respuesta es negativa.

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José Saramago

José Saramago (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010) es uno de los escritores portugueses más conocidos y apreciados en el mundo entero. En España, a partir de la primera publicación de El año de la muerte de Ricardo Reis, en 1985, su trabajo literario recibió la mejor acogida de los lectores y de la crítica. Otros títulos importantes son Manual de pintura y caligrafía, Levantado del suelo, Memorial del convento, Casi un objeto, La balsa de piedra, Historia del cerco de Lisboa, El Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez, Las intermitencias de la muerte, El viaje del elefante, Caín, Claraboya y Alabardas. Alfaguara ha publicado también Poesía completa, Cuadernos de Lanzarote I y II, Viaje a Portugal, el relato breve El cuento de la isla desconocida, el cuento infantil La flor más grande del mundo, el libro autobiográfico Las pequeñas memorias, El cuaderno, José Saramago en sus palabras, un repertorio de declaraciones del autor recogidas en la prensa escrita, El último cuaderno, Qué haréis con este libro. Teatro completo y El cuaderno del año del Nobel. Recibió el Premio Camoens y el Premio Nobel de Literatura.

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