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Olvidados

Por 26 de enero de 2010 Sin comentarios

Jorge Eduardo Benavides

Desconfío de esa frase algo envarada y con cierto afán de trascendencia que nos alerta de que «el tiempo pondrá a todos en su lugar». Creo que se trata más bien de un deseo de justicia póstuma (poética) y, por lo tanto es más un empeñosa esperanza que una aseveración con un mínimo de fundamento. Viene a colación porque el otro día terminé de leer  las «Iluminaciones en la sombra» (Josef K, editor) de Alejandro Sawa, quien ha pasado de puntillas por la historia de la literatura española. Sawa resulta tan propio del novecientos que se diría que esa época tintada de funebrismo lo esperó impaciente para señalarle su destino: trágico y maldito, canalla y lúcido, afrancesado y culto, muerto en la pobreza y la soledad, rescatado de manera tangencial porque Valle Inclán hizo de él al célebre Max Estrella, de «Luces de Bohemia».

Leer las páginas de este diario casi epitafio -con una espléndida introducción de Andrés Trapiello- es asistir a la visionaria amargura de quien rodeado de escritores e intelectuales de relumbre -Darío, Baroja, Verlaine, Valle Inclán…- se sabe ya perdido para su tiempo y también para la posteridad. Hay tal urgencia en sus frases, tanta repentina lucidez sobre lo que observa y lo que intuye, que estremece: «El niño se convierte en cura como el plomo en bala: por un hecho de fatalidad bárbara», dice en algún momento. Y más allá: «Me trasuda el dolor y pienso que la vida es una infamia». Sawa observa su tiempo con perplejidad, a veces enervado, despóticamente, a veces con una pena que traspasa. Y se observa así mismo con desconfianza, con cierta misericordia, sin apenas dejarse llevar por los celos o la envidia sobre sus colegas triunfadores. Un elegante, en el fondo.

Como él, como Sawa, hay tantos otros desconocidos! Leyéndolos uno piensa que son casi delicadas exhumaciones para el paladar de un puñado de afortunados lectores… y también hay otros que gozaron en su tiempo de fama o de prestigio, bien merecida o injusta, y que luego se los llevó el ventarrón del olvido, y no nos queda nada de ellos, apenas el nombre, quizá una cita equívoca, el comentario exótico en boca de un entendido. Poco más. Por eso, al encontrarse con textos como los de Alejandro Sawa un comprende el valor de tales hallazgos y que estos, si no ponen las cosas en su lugar, al menos nos ofrecen el consuelo de creerlo así. Pero sobre todo, cuando uno se encuentra con algún escritor particularmente obsesionado por la trascendencia, la fama, el reconocimiento, piensa en la fragilidad de tales afanes, en el inútil dispendio de energía que conlleva. Uno piensa en Sawa y en tantos otros… 

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Jorge Eduardo Benavides

Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú, 1964), estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima. Trabajó como periodista radiofónico en la capital y en 1987 fue finalista en la bienal de relatos COPE (Lima); un año más tarde ganó el Premio de Cuentos José María Arguedas de la Federación Peruana de Escritores. En 1991 se trasladó a Tenerife, donde puso en marcha talleres literarios para diversas instituciones. Ha sido finalista del concurso de cuentos NH Hoteles del año 2000. Desde 2002 vive en Madrid donde continúa impartiendo sus talleres literarios. Su más reciente novela es La paz de los vencidos, galardonada con el XII Premio Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro". Cursos presenciales en MadridJorge Eduardo Benavides imparte cursos presenciales en Madrid y ofrece un servicio de lectura y asesoría literaria y editorial. Más información en www.jorgeeduardobenavides.com http://www.cfnovelistas.com/ 

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