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La patria a examen

Por 15 de junio de 2021 Sin comentarios

Juan Lagardera

La que se ha armado por una columna periodística y su inclusión en un examen de selectividad valenciana (ahora llamada PAU). A los examinadores se les ocurre dar a leer la pieza “Elogio de los equidistantes” publicada en La Razón por el periodista televisivo Vicente Vallés, rostro conocido ahora en Antena 3. En el artículo, y utilizando como argumento las posiciones moderadas del escritor republicano Manuel Chaves Nogales, se critica a quienes ahora descalifican la Transición política y su programa de reconciliación entre las dos Españas, las dos más extremas sobre las que Chaves Nogales quiso guardar distancias en defensa de la convivencia democrática entre diferentes. Junto al texto de Vallés se les preguntaba a los futuros universitarios “¿en qué consiste para usted ser patriota?”.

Pues bien, desde que se produjeran estos hechos académicos no he dejado de oír los más variopintos argumentos en contra de la idoneidad de la pregunta, formulados, paradójicamente, desde el atrincheramiento ideológico cargado de prejuicios a ambos lados. Los he oído desde la orilla más conservadora poniendo a caldo al profesorado por tratar de descubrir los sentimientos patrióticos del alumnado, dado que en nuestro entorno político todavía se confunde patria con franquismo. La maniobra examinadora, según una visión derechista, pretendería lavar el cerebro de aquellos jóvenes que se consideran patriotas españoles envueltos en banderas rojigualdas.

Pero igualmente resulta reveladora la posición desde la izquierda que se vislumbra tras el comunicado emitido por el comisario político de la enseñanza en CCOO del País Valenciano, que analiza el asunto de manera inversa: según el sindicalista, la pregunta buscaba desautorizar las opciones políticas que critican la Transición (Podemos, es evidente), utilizando a un periodista, Vallés, de “marcado sesgo” anti izquierdista, y cuyos argumentos estarían basados “en un claro falseamiento de nuestra historia democrática, repetidos por la pseudohistoriografía neofranquista: la equiparación entre República y sublevados que no se sostiene de ninguna forma con el conocimiento científico-histórico disponible”.

Como quiera que, en efecto, tenemos a nuestro alcance –y los alumnos del Bachillerato, también– un amplio arsenal de conocimientos (en plural) históricos (que no científicos) así como historiográficos, gnoseológicos y psicosociales… la pregunta, a un servidor, le parece de lo más pertinente, por más que difícil para un alumnado cuya instrucción oficial se ha cursado en los manuales de enseñanza.

Porque, precisamente, rebuscar en la etimología latina de patria o en el uso y abuso del término patria nos llevaría a una genealogía muy ilustrativa de cómo las nociones, cargadas de ideología, se construyen a lo largo de la historia. La patria es de tal idoneidad al respecto que, precisamente, fue elegida como lacónico título de la novela de Fernando Aramburu, relato de los años de plomo en una comunidad vasca azotada por la violencia sin compasión que se exigía a los patriotas.

La patria es la tierra de los padres para los romanos, la inscripción PP, que terminó por distinguir a los defensores de Roma, Cicerón el primero de ellos por sus célebres escritos contra el despotismo de Catilina –cuya traducción cayó en mi selectividad, la primera, en 1975–. Y ya no reaparece hasta finales de la Edad Media, largo periodo durante el que fueron azotados los confines por tribus móviles cuya comunidad se construía por los lazos de la sangre y no por los del suelo. La patria constituyó también la gran comunidad cristiana, bajo la hegemonía del Padre, y tras el monarquismo absolutista tendrá, del mismo modo, connotaciones antiregalistas.

Los americanos que se revuelven contra el imperialismo inglés son patriots (hay una conocida película de Mel Gibson al respecto), y también lo son los hijos de la patria que marchan de Marsella a París entonando el Canto de guerra para el ejército francés del Rhin. La patria está muy documentada en la historia de las revueltas catalanas, cuyos independentistas de todas las épocas siempre han tratado de conseguir buenos textos para su causa, incluyendo la Oda a la patria de Aribau a la que cambiaron el nombre para darle esa coloratura nacionalista que tanto buscaban. Patria, en este caso la valenciana, que también surge en el Himno Regional, en el tramo final de los vixcas, con letra entre morisca y wagneriana de Maximiliamo Thous.

Una patria que no deja de ser similar a la de la Marcha de Otamendi: Por Dios, por la Patria y el Rey / Carlistas con banderas. / Lucharemos todos juntos. / Todos juntos en unión. Que emocionaba tanto a Francoque la declaró himno oficial del Estado Español junto a la Marcha Real y el Cara al sol. Ese Estado Español que gusta decir, término creado por Dionisio Ridruejo para evitar hablar de República y de Reino en el momento de la invasión de las tropas sublevadas desde África. Ridruejo, el alter ego de Chaves al otro lado del espectro.

Da para mucho, sin duda, un comentario de texto sobre la patria. Da para citar a Jürgen Habermas –el penúltimo filósofo marxista– y su difusión del concepto de “patriotismo constitucional” en su particular intento por desarbolar el nacionalismo de las garras de la derecha, Secuencia similar a la que en Francia, tras el magisterio de Ernest Renan –¿Qué es una nación?–…, han desarrollado pensadores procedentes del Mayo del 68, de André Glucksmann a Bernard-Henri Lévy culminando con Alain Finkielkraut defendiendo la identidad colectiva pero hostigados por el nihilismo de las partículas elementales de Michel Houellebecq. Y en nuestro país, Fernando Savater, defensor de los derechos civiles individuales frente a las patrias.

La patria da incluso para un sonado fake en internet, el que atribuye un falso soneto patriótico al liberal Espronceda: Oye patria mi aflicción. Los versos son de un tal Bernardo López aprovechando al Espronceda que escribió una elegía a la patria y un himno al sol. Y hasta la patria rapeante del grupo musical Facto Delafé y las Flores Azules, barceloneses, para quienes la patria es el amor. ¿Da de sí para un examen?

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Juan Lagardera

Juan Lagardera (Xàtiva, 1958). Cursó estudios de Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha trabajado a lo largo de más de treinta años en las redacciones de Noticias al Día, Las Provincias y Levante-EMV. Corresponsal de cultura del periódico La Vanguardia durante siete años. Como editor ha sido responsable de múltiples publicaciones, de revistas periódicas como Valencia City o Tendencias Diseño y también de libros y catálogos de arte y arquitectura. Desde su creación y durante nueve años fue coordinador del club cultural del diario Levante-EMV. Ha sido comisario de diversas muestras temáticas y artísticas en el IVAM, el MuVIM, el Palau de la Música, la Universidad Politécnica, el MUA de Alicante o para el IVAJ en la feria Arco en Madrid. Por su actividad plástica recibió la medalla de la Facultad de Bellas Artes de San Carlos. En la actualidad desempeña funciones de editor jefe para la productora de contenidos Elca, a través de la que renovó el suplemento de cultura Posdata del periódico Levante-EMV. Desde 2015 es columnista dominical del mismo rotativo. Ha publicado tanto textos de pensamiento como relatos en diversos volúmenes, entre otros los ensayos Del asfalto a la jungla (Elástica variable, U. Politécnica 1994), La ciudad moderna. Arquitectura racionalista en Valencia (IVAM, 1998), Formas y genio de la ciudad: fragmentos de la derrota del urbanismo (Pasajes, revista de pensamiento contemporáneo, 2000), La fotografía de Julius Shulman (en Los Ángeles Obscura, MUA 2001), o El ojo de la arquitectura (Travesía 4, 2003). Así como la recopilación de artículos de opinión en No hagan olas (Elca, 2021), y sus incursiones por la ficción: Invitado accidental. El viaje relámpago en aerotaxi de Spike Lee colgado de Naomi C. (en Ocurrió en Valencia, Ruzafa Show, 2012), y la novela Psicodélica. Un tiempo alucinante (Contrabando, 2022).

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