Jesús Ferrero
En Triestino Luis Bravo nos sumerge en un universo de versos largos, ondulantes y cinceladamente melancólicos, como hermosos cuerpos neoclásicos. Es un libro extraño, que nos trasporta al primer romanticismo (el que se proyectaba en Grecia) y a la vez al ambiente mortecino de nuestra época, y está lleno de voces que cruzan la noche del adiós. Está lleno de adioses. Las emociones se suceden como momentos luminosos que se perdieron. Elijo algunos versos:
Los paseos marítimos de mil novecientos no
sienten mis zapatos, porque la luz es suave,
porque el marchar es lento, porque el espigón
me contradice y dejo de creer y me sumo al agua
que es perla, alga, carta, recuerdo, y de nuevo
para no volver, un velero, mi juventud, veo, pasa.
*
…dos extranjeros en el cementerio de los ingleses.
Pasaron bandadas de mirlos, las sonajas
de la encina celosa por robarme tu atención,
el agua de riego que brillaba por los adoquines.
*
… y las últimas palabras al oído sostienes:
Entierra mi corazón en el basurero central.
*
…la moda aquí,
como dijo Leopardi, es la hermana de la muerte.
*
Escribir no podía, supo, si no se sentía desamado.
*
…la amistad sirve
para hondas brechas, la mejor arma arrojadiza…
*
Un pavo real acompasó en las aguas su vuelo
y tuve que olvidarte por sus plumas de jaspe.
*
Viejos salones de palacio apagados.
En la carcoma, monólogos se suceden
susurrados al oído…
…los salones de palacio
se desploman. A crisantemos huele si cesan
los bailes…
*
…Es aquí su juventud. El amanecer
los delata como blancos cuerpos en la escollera.
*
Por las páginas abiertas como los matorrales
van las voces de los muertos sin raíces,
para que se borren y limpian como epitafios…
*
(El último poema, que es una dedicatoria, invoca “la noche final de un amor no correspondido”. El poemario fue escrito en Soria, Lisboa y Madrid, y se percibe en él el aliento de las tres ciudades.)