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¿Tiene un límite la desesperación en la economía de Dios?

Por 10 de octubre de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

PER OLOV EQUIST

1. Creador de un paisaje humano de muy hondo calado.

2. Creador de un territorio literario que va más allá, por su hondura poética y existencial, de la geografía nórdica.

3. Sus textos son un tejido denso y lleno de agujeros negros, donde se mezclan en un mismo tapiz el detallismo, la precisión geográfica e histórica, el lirismo y el estilo limpio, lleno de momentos esclarecedores y lleno también de pensamiento. Un pensamiento que nunca se formula de forma abrupta, y que está estrechamente tejido a la acción y a las vicisitudes de los personajes.

4. Es hermano de Ingmar Bergman por lo mucho que profundiza en la existencia de los personajes y sus vínculos con la religión entendida como una forma de suplicio.

LA PARTIDA DE LOS MÚSICOS

1. El cuento Los músicos de Bremen hace en la novela de fábula fundamental sobre los que no tienen nada que perder, de la que se extrae el título. Una frase del cuento hace de luz en la larga noche septentrional de la novela: “En cualquier parte se puede encontrar algo mejor que la muerte”. Frase que a mi entender se opone a otra que hicieron muy popular los nazis: “Puede haber cosas peores que la muerte”.

2. El narrador en tercera persona se va alternando con los diarios e informes del personaje llamado Elmblad, que no tienen desperdicio. No es infrecuente en Enquist recurrir a varios narradores.

3. La novela narra los viajes de Johan Sanfrid Elmblad por oscuras regiones de Suecia predicando “la buena nueva”. Uno de los territorios por los que pasa es definido por Elmblad como “un país lúgubre”. Lo es: en ese país le torturan y le obligan a comer lombrices.

     

4. En la larga obertura de la novela aparecen ya los personajes principales, el mentado Elmblad, y Nicanor, un muchacho de pueblo del todo singular: uno de esos personajes absolutamente memorables que solo aparecen en las novelas de Enquist, un escritor dotado de un poderoso, hondo y herido sentido de la humanidad. En Enquist las heridas del ser, y su apertura (heideggeriana) a las luces y sombras de la existencia son la esencia de sus novelas.

5. En la página 73 leemos: “Era una mañana muy hermosa. Era como el comienzo de una aventura. Como si uno entreabriera la puerta de la vida y viera perfilarse un trozo del enigma”. En todas las novelas de Enquist, también en ésta, vemos entreabierta esa puerta de la vida. Al lector le basta con empujarla para acceder al enigma y sentirse poseído por su luz enrarecida.

6. En la página 81 leemos:

Esa noche cantó el hielo… El hielo rugía, un rugido pesadamente oscilante y lleno de ecos que iban y venían… Los cables del teléfono estaban sujetos a las paredes de la casa, la casa era como una caja de resonancia y los cables cantaban… Era una canción prodigiosa que parecía traída de las estrellas, y llegaba noche tras noche: siempre cuando hacía frío. Resonaba como si la casa de madera fuese la caja de un violoncelo y alguien allá afuera, en la centelleante oscuridad helada, pasase un arco enorme por las cuerdas.

7. Ese fragmento se podría complementar con otro del final de la novela donde la madre de Nicanor, Josefina, piensa en la justicia en términos religiosos y absolutos. Ahí se nos dice que cuando “la desesperación es realmente profunda, entonces es una desesperación tranquila. No se le da importancia, no se exagera”. Siguiendo en ese esquema, Josefina cree que la desesperación de los desposeídos tiene que tener un límite y un tope, conocido por Dios. Ella cree que llegará un momento en el que los desdichados sean suficientes, para el cosmos y para Dios, y ya no será necesaria más desdicha. En esa economía celestial, Josefina cree que “algún día los justos recibirán su premio”, y que un juez eterno sumará los muertos y “establecerá un balance definitivo”, pues de no ser así, la economía de la muerte no tendría el más mínimo sentido. Como vemos, se trata de un pensamiento bastante esperanzador, y continuamente negado por la Historia, también por la historia de esta inmensa novela.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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