Jesús Ferrero
Los filósofos, poetas, escritores de obra sólida y unitaria, con frondosa vegetación por fuera y mucho fuego por dentro, se convierten en planetas semánticos.
Platón es un planeta semántico, pero también lo son Sófocles, Descartes, Nietzsche, Primo Levi (y su opuesto Junger).
Y también lo son Poe y Whitman
A veces el planeta semántico se puedo componer de una sola obra de autor incierto, por ejemplo el Tao Te King (como hermosamente se escribía antes).
Son planetas porque podemos ver su límite, conformado por su obra, e intuir su redondez, porque forman en sí mismos un mundo que ilumina de algún modo el mundo, porque crean su propio sistema de fuerzas, su propia divina comedia.
Y son además planetas trasparentes y capaces de atravesar literalmente la materia sólida. Así se van desplazando de uno a otro cerebro, y hasta de uno a otro hemisferio de la mente, esos planetas semánticos, esos planetas errantes.
Me han hablado de gente que se perdió en el cinturón de los planetas semánticos, que por su forma se parece al cinturón de asteroides que hay antes de llegar Júpiter, pero otros hablan del valle de los planetas semánticos, y otros, a mi entender más acertados, hablan de la dimensión de los planetas semánticos. Dicen que hay miríadas y miríadas de planetas semánticos, pero que sólo brillan con la intensidad de una estrella veinticuatro.