
Jesús Ferrero
Ya lo decía Borges: “El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: Es envidiable.” Olvidaba Borges que la envidia es también un vicio genuinamente argentino.
Y si hablamos de envidia, ¿qué decir de la que se genera en los grupos de poder? Es su gran problema: la implosión/explosión de envidias que surgen en sus mismos núcleos.
La cercanía de los cuerpos y de las conciencias provoca una clase de envidia tan directa como definitiva.
En el centro de todos los grupos, se va formando una especie de agujero negro generado por la envidia, que no por ser negro deja de atraer. Quién sabe: quizás es la verdadera tentación del abismo.
Si es verdad que la sociedad es, en el fondo, un tejido de deseos, no sería demasiado temerario añadir que, justamente por eso, es también un tejido de envidias, ya que la envidia es en realidad el deseo concentrado, coagulado y putrefacto.