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La caverna digital o la profecía de Platón

Por 13 de diciembre de 2014 enero 22nd, 2021 Sin comentarios

Jesús Ferrero

La caverna de Platón es un cine primitivo, con un foco y una pantalla donde se proyectan las imágenes. Con toda evidencia el cine fue la primera caverna de Platón en estado puro, y como les ocurría a los habitantes inmovilizados de la caverna, los espectadores del cinematógrafo están también presos en sus butacas, y mientras dura la proyección tienden a creer que lo que ven es real. Cuentan que los espectadores de una de las primeras películas de los hermanos Lumière (la de la locomotora) salieron corriendo de la sala porque no podían soportar tanto realismo.

Pero la verdadera caverna de Platón de ahora es Internet, ya que es mucho más totalitaria, envolvente y narcótica que el cine, y exige más continuidad y dedicación. Hay gente que se pasa casi todo el día ante la pantalla del ordenador, viviendo en una dimensión virtual, que confunden continuamente con la realidad. Muchos niños de ahora tienen dificultades para diferenciar lo virtual de lo real.

Habrá que pensar que Platón era un profeta. Nunca como ahora habíamos vivido tan sumergidos en su caverna. Nunca como ahora habíamos consumido tantas ficciones: de hecho ya todo parece una ficción de la que nadie nos va a sacar, y no deja de ser paradójico que a los pocos que aún están fuera de ella se les considera fuera de la realidad, cuando en honor a la verdad son los únicos que están fuera de la ficción.

No niego que la red está vinculada a la realidad: ahora mismo la gobierna y la determina, y tampoco niego que siempre hemos estado gobernados por ficciones. Platón lo sabía mejor que nadie, y con su mito pretendía que por lo menos supiésemos diferenciar los objetos reales de las sombras proyectadas en la pared de una gruta.

Una gruta no muy diferente a la cueva en la que muchos ciudadanos de ahora van a pasar y pasan la mayor parte de su existencia, creyendo que se relacionan con otros cuando en realidad solo se relacionan con espectros.

Salvo cuando estoy escribiendo, rara vez consigo pasar más de una hora ante el ordenador, en cambio puedo pasar más de dos horas mirando un gato, un árbol, o las nubes que pasan por el cielo. ¿Ellas también son una ficción? No me atrevería a decir que no. Es posible que ya todos vivamos dentro de un ordenador y que nuestras vidas sean meras imágenes en movimiento.

Matrix fue una de las últimas versiones del mito de la caverna de Platón, (1999); otra, muy diferente, fue La caverna de Saramago (2000). Algunos años antes, escribí una novela corta titulada El apocalipsis según Jonás (que salió por entregas en el periódico El Mundo), donde una sociedad secreta promete a sus miembros una inmortalidad ficticia, vinculando sus cuerpos en estado de hibernación a un ordenador central que les hace creer que están en el Paraíso.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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