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Giro histórico sorprendente: ahora la guillotina es el arma del antiguo régimen

Por 30 de mayo de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Hay conceptos que nunca he soportado por su naturaleza pútrida, uno de ellos es la nostalgia, sentimiento que rara vez he padecido pues no soporto las fugas al pasado en ninguna de sus variantes. Tampoco soporto el concepto felicidad por toda la falsedad que conlleva y porque lo vinculo a una forma de sentimentalidad que aborrezco.

Por ciento que Amélie Nothomb (que a pesar de haber estado cinco años en Japón sabe menos japonés que yo) ha tenido la feliz idea de titular una de sus nouvelles La nostalgia feliz, basándose en una palabra japonesa que interpreta a su manera, falseándola desde su misma raíz. Pero no voy a enjuiciarla porque no acostumbro a hablar de las novelas que no me gustan. Es mi política. Cuando hablo de una novela que no me gusta le quito espacio a otras que sí me gustan, y eso me parece una forma de injusticia ahora que están cerrando dos librerías por día. Si algo se puede salvar, salvemos lo mejor, que no está el horno para bollos ni para ir de matarife a sueldo.

Sí que voy a hablar sin embargo del último discurso de una señora de la Edad Media vinculada al partido conservador donde aparecen los conceptos de felicidad y nostalgia. Cito textualmente: Como siempre que hay una gran mutación, emergen las nostalgias, y la nostalgia puede ser Ada Colau con una idea, o Podemos con una idea de una Arcadia comunista feliz, o puede ser ISIS que yo no diría que es una vuelta al siglo XVII, es una nostalgia del siglo XI…

De entrada parece el delirio de un borracho, también parece un texto surrealista concebido por un poetastro que olvidó en alguna parte las reglas de la sintaxis. El fragmento está lleno de contradicciones y confusiones históricas.

Veamos: el concepto mutación se opone muy a menudo al concepto nostalgia. La nostalgia mira hacia atrás y la mutación suele mirar hacia adelante, si bien no siempre. La nostalgia puede mutar, como la melancolía, pero en el caso de la señora que mento tendría que hablarse de nostalgia inmutable, porque su partido es pura nostalgia, lo ha sido siempre, pero además es una nostalgia inmóvil como el granito de San Lorenzo de El Escorial.

La señora a la que me refiero nos dice que la nostalgia puede ser Ada Colau (en una frase que no sabe acabar y que queda en el aire, siguiendo su estilo deshilachado y senil), a pesar de que resulta bastante evidente que Ada Colau es la negación de la nostalgia y la apuesta por la acción. Y la acción se opone muy a menudo a la nostalgia que suele ser paralizadora, como bien sabía Sastre.

Seguidamente vincula a Podemos con una presunta “Arcadia comunista feliz”, con el Estado Islámico y con el califato cordobés del siglo XI.

Digamos que para esta señora un mundo de pastores como fue la Arcadia de los poetas es lo mismo que un estado comunista y que el estado islámico, y lo mismo que la Córdoba solar, llena de cultura, de refinamiento y de grandeza del siglo XI. Nadie ignora que vincular ISIS con la Córdoba de los Omeya es un disparate, si bien menor que el que supone vincular a Podemos con la Arcadia pastoril o con el mítico califato, porque eso ya es simplemente un delirio sin el más mínimo sentido.

En España sólo conozco una nostalgia paralizante y de un arcaísmo aterrador: la nostalgia oligárquica del PP, que nunca ha sabido ser un partido realmente liberal, como ya advertí en un articulo publicado en El País el 18 de enero del 2013 titulado ¿Liberalismo o barbarie?

¿Dónde habrá aprendido historia esta representante de la derechona?, me pregunto lleno de estupor. Ella sí que representa el populismo en estado de máxima descomposición, además de representar el grado cero del pensamiento.

Miento, su discurso está muy por debajo del grado cero y es todo él una aberración sin paliativos. Jamás en mi vida había asistido a semejante parada de los monstruos, jamás en mi vida había visto hacer tanto el ridículo a un partido político.

Y mientras ella hilvanaba esas palabras tan precarias y estúpidas, los hornos y las guillotinas de los ayuntamientos de Madrid trabajaban a destajo. Toneladas de papeles comprometedores ardían o se convierten en viruta. Se trata de la forma más grotesca de sentirse limpios: ahogándolo todo en materia oscura y dificultando a los que llegan la gobernabilidad y la orientación.

Y es también la política de la tierra quemada y la infamia reiterada. Antes relacionábamos la guillotina con el terror derivado de la Revolución Francesa, ahora habrá que vincularla al período del miedo del ancien régime.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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