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Elegía en el día de la muerte de Moncho Alpuente

Por 21 de marzo de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Se va un amigo de verdad, Moncho Alpuente, con el que mantuve siempre una cordial amistad, alimentada en una taberna de Malasaña regentada por un hombre llamado Tarzán, donde me reunía a veces con él y con otros para juzgar jocosamente el mundo que nos estaba tocando vivir.

 

Moncho era de una humanidad inquebrantable, y de un saber entre irónico y sibilino que lo convertía en un maestro de la vida. Nunca lo vi alicaído, aunque lo estuvo a veces, y solo en una ocasión lo vi de mal humor.

Conocía Madrid palmo a palmo: su historia, sus secretos, sus enredos, sus luces y sus sombras, y es una pena que nunca escribiera su gran novela sobre Madrid, que sin la menor duda tenía en la cabeza. Poseía el suficiente talento, el suficiente humor y la suficiente insolencia para hacerlo. Y nadie había explorado Madrid con tanta ironía y tanto fervor.

Ahora todos los recuerdos se me agolpan en la memoria, pero sobre todo uno, que tiene además la peculiaridad de ser el último, pues atañe a la última vez que lo vi. No hace mucho tiempo, me hallaba con mi mujer en el intercambiador de Moncloa cuando nos cruzamos con Moncho y su mujer junto a las escaleras mecánicas. Se iban a Segovia a pasar el fin de semana, y estuvimos hablando un rato.

En algún momento de la conversación Moncho me hizo una revelación inquietante que nunca antes me había hecho: tomaba pastillas para reducir la velocidad de su corazón. Moncho tenía una corazón muy veloz y en estado normal latía al doble de velocidad que los demás.

Ahora mismo,

cuando miro el cielo plomizo

y el pasado se torna presente,

tengo la impresión de que la última vez que nos vimos

Moncho estuvo profetizando su fin: el maldito corazón

que hasta hoy había sido más veloz que la muerte.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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